La luna nueva a penas se dejaba ver sobre la noche otoñal en el
cielo mediterráneo. La esbelta y atemorizante silueta de una aeronave se
deslizaba suavemente a través del firmamento. Su imagen a la
distancia proyectaba la visión de la seductora muerte envuelta en una
voluptuosa mortaja embrujadora. El navío era el mítico acorazado Reina Alicia. El curso de esta iba en
norte por noroeste. El zumbido de sus máquinas era como un ronroneo fugaz en la
negrura de la noche. En una de las cabinas del letal acorazado aéreo la
pálida luz de una lámpara de gas servía de escenario para la discusión de las
acciones que tomarían lugar esa noche.
—Es Dragonera, un pequeño islote en las
Baleares—afirmó Fei Tzung—. Tengo los últimos datos sobre los cambios de guardias
y las defensas del lugar. Ahora tenemos que estudiar este nuevo plano de la
disposición de todo el complejo.
La beldad asiática, quien era en secreto
la mano derecha de Dan Chi Long, mostraba extendido un mapa
esquematizado impreso mecánicamente sobre una austera mesa de madera. Con la
punta de su broncíneo dedo señalaba un punto indeterminado sobre el plano. Sus ojos
de un violeta iridiscente cambiaban su mirar de uno a otro de sus acompañantes
de sobremesa.
Coyote Vega llevaba su atención alternadamente
del plano extendido al rostro de la muchacha oriental. Era cierto que desde la
primera vez que la vio había quedado embobado con su delicada belleza, sin
embargo; ahora que él formaba parte de las filas del terrible maestro Dan Chi
Long había podido atestiguar los talentos letales de la mujer, cosa que le
llevaron a tomárselas con calma con esta florecilla de espinas afiladas.
El tercer miembro del grupo se había unido
luego de ser convocado por Dan Chi Long y embarcarse en uno de los barcos
sumergibles del maestro criminal en las costas de Nueva Guinea.
— ¡Cuantas
molestias solamente para cuidar a un grupo de reos!—exclamó—¡No me interesan en
lo absoluto los dispositivos de defensa!
La sorna y la ironía se dejaron oír en la
voz de Tilacino McCross. Su rostro cobrizo dibujó una funesta sonrisa que dejó
ver sus increíblemente blancos dientes limados como sierras. A Coyote le
había incomodado esa peculiar característica de McCross desde el día que le
conoció a bordo del sumergible.
— Me basto yo solo y un poco de
“Polvo de dragón” para volar hasta Chipre todo ese puto complejo y sacar
pitando al fulano ese que quiere ver Dan Chi enseguida. Se lo dije a él
antes de que me trajera estos lares donde nunca me ha gustado andar... Los
europeos siempre han sacado el lado menos amable de mi personalidad—agregó a su
negativo monólogo.
La profunda voz del neozelandés retumbaba,
quizás por la seguridad con la que sus palabras salían al tiempo que jugueteaba
con un extraño pendiente que colgaba de su oreja izquierda.
— Tilacino—dijo Fei Tzung levantando
la mirada—, no dudo de tus capacidades y el maestro Dan Chi tampoco, sin
embargo; el Señor Vega y yo estamos aquí para garantizar que el trabajo tenga
las más altas probabilidades de éxito, por tanto no es necesario tanto
ímpetu... Ahora, antes de examinar la última información que nos han dado,
repacemos el perfil de la operación.
El gesto de Fei Tzung fue de pura
autoridad enmarcado por una sutileza irresistible: ese gesto le resultaba
definitivamente delicioso a Coyote, quien aún no decía palabra alguna y sólo se
limitaba a alisarse su mostacho con la mano. Fei Tzung sacó de un sobre de
cartapacio un fajo de papeles, documentos de impresión mecánica que consistían
en fotos y mapas, los que fue poniendo organizadamente sobre el plano del
islote balear.
—El Doctor Víktor Rauta Skallen… Hasta
hace unos pocos años era una eminencia en ciencias físicas, conocido en casi
toda la comunidad científica europea. Comisionado para diseñar y construir
armas para la Entente Cordiale hasta que quiso usar sus
inventos con fines... Digamos, poco convenientes para los gobiernos de turno y
la población en general.
—Ese Doctor Skallen suena como toda una
joyita, ¿Eh?
Los dientes refulgentemente blancos de
Tilacino McCross volvieron a asomarse en su rostro de color aceitunado a causa
de otra sonrisa llena de una malicia intranquilizadora.
— Yo concuerdo con el amigo
Tilacino—agregó el charro—. Este sujeto, Rauta Skallen; suena como alguien de
mucho cuidado ¿Por qué el Señor Dan Chi querría tenerlo en su cuadrilla? No
se oye como alguien muy confiable que digamos.
Vega decidió romper su mutismo clavando
esa cuestión de forma tajante, adelantando su torso sobre la mesa y apoyando su
antebrazo sobre los papeles recién puestos por Fei.
— Caballeros, les recalco... Nuestro
trabajo es cumplir las órdenes del maestro Dan Chi Long, no cuestionarlas. Eso
por una parte. Por la otra, el maestro tiene a su servicio a muchas personas
que pudieran ser tachadas como poco recomendables, pero; él tiene el poder y
los recursos para garantizar la lealtad de todos a quienes decide llamar a
su servicio.
La respuesta de Fei Tzung fue igual de
tajante que la pregunta que la causó. Su rostro volvió a recrear el gesto de
mando el cual era el deleite de Coyote. El charro no replicó, llegó a
considerar que ya había desarrollado inconscientemente el hábito y gusto de
provocar reacciones como esa en ella solamente para poder disfrutar ver
ese gesto en su delicado rostro.
—Bien, prosigo. Desde hace dos años el
Doctor Skallen se encuentra recluido en el islote de Dragonera, en las Islas
Baleares. Dragonera es una instalación que a pesar de estar en suelo español,
es administrada secretamente por la Entente Cordiale,
mayoritariamente por Francia. Dicha instalación es una prisión para
personas que pueden ser útiles para la Entente, pero son demasiado peligrosas
para dejarles libres por allí. Nuestra misión es penetrar en dicho complejo,
llegar hasta el Doctor Skallen, sacarlo de dichas instalaciones y llevarlo al
punto de reunión con el maestro Dan Chi. Hoy, a las 23:00 horas,
entraremos en el complejo de Dragonera e iremos por Skallen. De forma resumida
esa es nuestra misión. Como les decía, hace unas horas me llegó una última
actualización sobre los cambios de guardia y las defensas del complejo. El
comunicado tenía la marca de alta prioridad de Madame Hazel y los ordenadores
de abordo han impreso los datos traídos por los agentes de Regenbogen.
Madame Hazel…Coyote no pudo evitar
recordar el tétrico incidente en el barco sumergible, casualmente cuando
conoció a Fei Tzung, a Dan Chi Long y a ella. Coyote sentía un cauto
respeto hacia el maestro Dan Chi. Vega se sabía menos aventajado en recursos y
no era su interés contravenir los planes del genio criminal.
Fei Tzung, por su parte ejercía un encanto
más visceral sobre el mercenario, pero Madame Hazel; esa era una dama que podía
lograr que los pelos de la nuca del charro se erizaran como los alambres
de un cepillo. La fría parsimonia con la cual la Madame dispuso de William
Shoemaker aún le helaba por completo el tuétano al bigotudo aventurero. La
descripción en detalle de los cambios de guardia, el número de efectivos y la
naturaleza de la maquinaria bélica dispuesta en el islote balear ocupó la
atención de los tres secuaces del maestro chino del crimen.
— En este punto, El Sr. Mc Cross
activará las cargas explosivas y nos dará tiempo de llegar a la playa por donde
aterrizaremos—agregó la oriental—. La prioridad es sacar al Doctor Skallen
hasta el punto de reunión. Si cualquiera se retrasa o resulta demorado por
algún motivo y no logra llegar, será dejado atrás... ¿Esto ha quedado claro,
caballeros?
La mujer de cabellos negros remarcó su
advertencia a ambos hombres, sin embargo; Coyote alcanzó a percibir como ella
desvió la mirada hacia el lugar de Tilacino. Posiblemente ella ya conocía
sobre ciertos "hábitos" del negro, los cuales pensaba pudieran
afectar el término de la misión.
— Feicita—remedó con descarada
confianza—, yo no he terminado de entender cuál va a ser ese dichoso punto de
reunión. ¿Cómo diantres van a saber donde recogernos?—preguntó el charro en lo
que se revolvía en su sencilla silla de madera.
—Por eso no se debe preocupar, Sr. Vega.
Lanzaremos una señal cuando estemos suficientemente lejos del islote y nos
recogerán.
Coyote se sintió más cómodo sabiendo eso.
Una bengala seguramente podría ser vista por el vigía del Reina Alicia y ya sería cosa de que el impresionante
acorazado volante los izara y salieran en franca huida de las
inmediaciones.
—Debemos repasar cuidadosamente el plano
del edificio de la prisión—continuó la dama—. El Doctor Skallen se encuentra en
una parte alejada de las vías de acceso. Cada uno de ustedes tiene un plano
bien señalizado de la prisión, es crucial que lo aprendan muy bien. Recuerden
que si se extravían y se retrasan no los esperaré.
Esta última frase de la asiática fue
interrumpida por tres toques en la puerta metálica de la cabina donde se
hallaban. Fei Tzung calló y se levantó de la mesa para abrir la puerta.
El día que Coyote Vega vio la por primera
vez ella vestía un sencillo pero elegante traje propio de las mujeres de Hong
Kong. Hoy, lucía un pantalón de montar y una casaca, ambas prendas de
cuero negro. El delicado cabello de la chica se encontraba en una larga trenza
que caía por su hombro. Todo el conjunto resaltaban la figura esbelta y
grácil de la mujer de ojos púrpuras de una manera casi surreal.
En el breve paseo de ella hacia la puerta
de la cabina, Coyote volvió a valuar la extraña belleza de esta mujer que
irradiaba delicadeza y peligro, mucho peligro. Al abrir la puerta, la bella asiática
se encontró con un joven marino de aspecto marroquí.
— Lamento molestarle, Srta. Tzung… El
puente de mando les informa que estamos a una hora de las coordenadas desde
donde dicen que deben partir.
—Bien, iremos a la bahía de carga a
terminar de verificar el equipo.
—Correcto, se lo haré saber al
Duque—respondió el marino.
El marino de piel cobriza se retiró y ella
cerró la puerta para luego regresar a la mesa. No tomó asiento, en vez de eso
ordenó y recogió los papeles.
— Caballeros, recojan sus equipos,
pronto será hora de entrar en acción. Debemos ir ya hacia la bahía de carga.
La bahía de carga lucia abarrotada.
Junto a “El Filisteo”, el acorazado mecánico de orugas que habían traído como
botín de Prusia, estaban almacenadas las mercancías y las provisiones subidas
en la última parada de la aeronave, que había sido en las costas de Túnez,
precisamente en el lugar donde Fei Tzung, Coyote Vega y Tilacino McCross
subieron a bordo.
La ilustre y sombría figura del Duque de
Labarca observaba atento el desembalaje de suministros. Gracias a la
intervención de Dan Chi Long, el Reina
Alicia había podido apertrecharse y estar listo para
esta misión. Muy a pesar del Duque, esas batallas no siempre estaban
acordes con los objetivos más personales del joven exiliado. La llegada de Fei Tzung,
Coyote Vega y Tilacino McCross interrumpió al Duque, quien pasó su atención de
sus marinos haciendo inventario a los tres recién llegados.
— Tal como les hice saber con el
marino, estamos por llegar a las coordenadas donde tengo entendido que
desembarcarán. Ahora, no hay siquiera islotes cerca. ¿Me pueden explicar cómo
dejarán mi nave sin tener que saltar desnudos al vacío?
La ironía se dejaba oír en sus preguntas
empapadas de aquel marcado español al tiempo que se acercaba al trío.
— En efecto saltaremos al vacío,
mi Duque. Pero no lo haremos “desnudos”, por decirlo así—afirmó ella tomándolo
por sorpresa—Duque ¿Ya fue ensamblado el dispositivo que subió con nosotros en
Túnez?
—Así es. Como solicitó, fue emplazado y
asegurado en el borde de la bahía de carga—Afirmó él mirándole a los ojos.
—Muy bien… Iré a revisarlo.
La chica asiática caminó con su contoneo
habitual hacia una rampa invertida con una “gondolilla” con forma de canoa
achatada situada en el riel de la rampa. El artefacto tenía tres asientos y una
hélice grande, sobresaliente en su parte posterior.
—No me dirá que usará esto para saltar de
la nave…— reclamó el Duque fijando la mirada en Fei Tzung—. Esta noche hay
demasiado viento. El Reina puede volar suficientemente bajo,
la cuestión es que este pequeño bote sobreviva a la caída al mar.
—No será necesario que baje la altitud de
nuestro vuelo y tampoco se trata de un bote, Duque Bastian. Esto es un
dispositivo de desembarque aéreo rápido. Le llaman “Serafín”. Si me permite le
explicaré cómo opera.
El Duque cobró nuevamente su expresión
afilada habitual para escuchar atento a Fei Tzung. La sonrisa conciliadora
de ella se enfrentó a la firme lógica del Duque. La mujer en tono didáctico
rodeó la plataforma acuñada del llamado "Serafín" y procedió a
explicar el funcionamiento del dispositivo.
—La rampa es para facilitar la salida de
la “gondolilla”. Los rieles están perfectamente aceitados para dejarla
deslizarse suavemente, luego, enganchado en la rampa está la línea
principal del ala flexible. Con el impulso de la caída estira y desdobla
el ala flexible, esta se expande y una vez desplegada al cien por ciento hará
planear al Serafín. Tiene un pequeño motor de carbón en su parte posterior.
Este puede funcionar por cinco minutos, suficiente para tomar rumbo o luchar
con corrientes de viento. Luego de esto la sólo se deslizará por el cielo
hasta posarse tranquilamente en un lugar predispuesto. El ala flexible permite
un buen nivel de control.
— ¿Me quiere decir que ustedes saldrán
en esa “silla de oficina con aspas”, se lanzarán al mar y esperarán que un “trapo”
los haga llegar a su destino?—preguntó el Duque con ironía— ¿Entonces ustedes
son los que usarán esa máquina de suicidio junto con la lacaya de Dan Chi? ¡Si
que tienen cojones, Caballeros!—agregó mirando a Tilacino y a Coyote
respectivamente.
Las respuestas de ambos hombres fue una
mezcla entre la risa burlona de McCross y la expresión resignada de Vega.
— ¿Qué más le da, Duque?—agregó la dama—Dan
Chi Long le pagará igual así lleguemos a nuestro destino o nos hundamos como
rocas en el Mediterráneo.
El neozelandés se adelantó hacia donde Fei
Tzung y le dio una mirada larga a la rampa del Serafín.
— ¡Este traste más vale que
funcione!—exclamó— De otro modo, así tenga que hacerle trampa al diablo, juro
que regreso de la tumba y asesino a quien lo inventó.
—Dudo que debas llegar a esos extremos,
Tilacino—dijo Fei Tzung de forma disimulando la sorpresa ante lo raro del
comentario—…Ya hemos probado varias veces el dispositivo y ha sido todo un
éxito ¿No es verdad, Coyote?
Fei, el Duque y Tilacino miraron al
silencioso Coyote, quien aún lucía un rostro resignado. Coyote asintió sin
decir palabra. El charro, soldado de fortuna; pistolero sin par y
aventurero podía recordar muy bien las veces que tripuló el dichoso “Serafín”
para las pruebas. Con el afán de demostrar su valor y entereza, se ofreció para
servir de conejillo de indias. Las primeras pruebas fueron desde torres de
madera de no más de algunas decenas de metros. Luego Fei Tzung, quien parecía
disfrutar mucho cada vez que el aparato abría la llamada ala flexible, decidió
subir la apuesta y mandó a ensamblar la rampa en la plataforma de un zepelín.
— "La
gondolilla del Serafín es para más de una persona"—dijo la chica cuando le
comunicó a Coyote que ella tripularía en las siguientes pruebas.
El
charro en sus adentros sintió un gran alivio. La verdad es que el mexicano no
gustaba nada de las alturas y sentía un espanto atroz cada vez que debía
lanzarse con el endemoniado "aparatito" al vacío.
—Mañana temprano haremos la prueba desde
el zepelín. Creo que desde unos doscientos metros estará bien para comenzar. Ahora
tú irás en el sillín trasero, yo tengo algo más de experiencia con los mandos
del ala flexible—comentó la oriental aquella vez con una espeluznante sonrisa,
robándole la calma al charro.
— Yo, yo...yo... ¿En el sillín
trasero? Bueno... Sí, si tú lo dices...Creo que debes ir tú delante… ¿No?—preguntó
de manera nerviosa.
Los ojos violetas de la dama refulgieron
con una emoción que Coyote no le había visto antes. Esa mirada y la sonrisa de
la chica hubieran sido suficientes para devolverle el brío a Coyote, pero
el charro aún sentía un miedo de muerte de dejarse caer sentado en ese
armatoste de mierda desde doscientos metros de altura. La fascinación del
pistolero por ella no era suficiente para atreverse a esa hazaña, pero el orgullo
propio del charro pesó más que su temor y prosiguieron varios
días de pruebas lanzándose en el “Serafín” de distintas alturas. Coyote
esperaba que luego de algunos intentos el miedo se le fuera quitando, pero
no… Cada salto era igual de espantoso que el anterior y Coyote Vega se
encontraba allí esa noche, listo para saltar de nuevo subido al "famoso
Serafín", que más que “Serafín” era para él un "diablillo
torturador".
—Sí, el Serafín trabaja bien—contestó
llevándose una mano a la nuca—. Feicita le tiene bien agarrado el truco a las
riendas del ala flexible o como yo le digo, “la bananota”. ¿Es que sabe? Cuando el ala se despliega se pone así
curva y alargada y parece una banana muy grande.
El mismo Vega se sorprendió de lo tonto
que sonó su chiste, un triste intento por desviar su atención del salto que
iban a tener que hacer en un rato. Por su parte, el Duque Bastián insistió en
supervisar el mismo el lanzamiento. Sus marinos ayudaron a alinear la rampa
mientras Fei Tzung, Coyote Vega y Tilacino McCross comprobaban sus armas y
demás equipos. La chica pelinegra verificó la carga de carbón comprimido en el
pequeño motor de vapor del aparato y luego de eso dio la orden para que sus
compañeros tomaran sus asientos en la extraña máquina.
— ¡Caballeros! ¡Ya es tiempo!
Por experiencia en las pruebas anteriores,
Coyote llevaba su inseparable sombrero enrollado y atado con una cinta a su
pierna. En una prueba de las primeras, la fuerza de la resistencia del
enorme sombrero del charro casi hace que la cuerdilla del sombrero lo
estrangulara.
— ¿Miedo, Señor Vega?—preguntó Fei Tzung
girando levemente su cabeza para poder ver al charro sobre su hombro.
— ¿Miedo yo? ¡Para nada! ¡Coyote Vega se
ríe del peligro!—exclamó de manera nerviosa.
—Me alegro de oír eso. Esta noche se reirá
mucho entonces… Es usted un mentiroso encantador, ¿Sabía?... Pero me hace
sentir segura que este ahí atrás, Señor Vega—dijo ella con suavidad.
El desconcierto que las palabras de Fei
Tzung causó en Vega pronto dejó paso al devastador vértigo que llevaba el
lanzamiento del “Serafín”. El nudo en el estómago del charro se escapó de
su ser en forma de un alarido y un repertorio extenso y florido de obscenidades
en el nativo español sonaerense del charro.
Desde las compuertas abiertas de la bahía de carga del Reina Alicia, el Duque Bastián Mercado de Labarca pudo ver como la
gondolilla del Serafín se deslizaba en su rampa hacia el vacío de la
noche.
El noble exiliado observó como la llamada
"ala flexible" se extendía al tirón de la cuerda que estaba sujeta a
la rampa. Sonrió al ver que el dispositivo efectivamente lucía como una
gigantesca "banana volante", tal como lo había descrito el
charro; que se iba perdiendo en la oscuridad de la noche del Mediterráneo
occidental.
Mientras esto sucedía, una suave voz
llegó hasta sus oídos, acompañada de unos firmes pasos. Lady Caterina apareció
desde las sombras y se detuvo justo a su lado, recostándose suavemente de él.
Miró a la distancia e inquirió a Bastian, quien aún mantenía la vista en el
vacío de la noche.
— ¿Cree que esos locos tendrán éxito en lo
que se proponen?—preguntó.
—No lo sé… Recuerde como reza aquella
vieja frase: "Dios cuida de todos los locos."—dijo el Duque mirándola
con ternura.
—Puede ser... Aunque a mi parecer estos
locos no son de andar muy cerca de ningún Dios.