lunes, 19 de noviembre de 2012

El Duque Pirata: (Parte III): Ivanna Cotti DalFavro: Alquimista Espiritual



Buenos Días Tardes/Noches, estimados lectores. Para esta semana tenemos un nuevo e interesante relato acerca del viaje de Bastian Mercado de Labarca, el Duque Pirata. Como se vio en las anteriores partes, ha iniciado un viaje por el mundo en busca del Reina Alicia, el temible acorazado anti piratas en compañía de la intrépida aventurera Lady Hikari, quien se unió a la cruzada en el capitulo pasado. En este nuevo episodio entrará en escena un nuevo y enigmático personaje... Será quien sea capaz de develar el misterio que se cierne sobre esta aventura?

El Duque Pirata (Parte III)
Ivanna Cotti DalFavro: Alquimista Espiritual

Luego de dos semanas de viaje desde el oriente, La Spezia se dibujó ante nosotros. El puerto de la ciudad era el más importante de Italia desde inicios de la centuria por su posición estratégica militar y su buen clima. Bañada por el mar de Liguria, allí se llevaban a cabo los más importantes intercambios comerciales de esta parte del mediterráneo. La paradisiaca ciudad se extendía en un vasto espacio entre colinas y el mar.
Lady Hikari y yo desembarcamos por fin, alegres por poder estirar las piernas en tierra firme. Tomándola del brazo nos adentramos en la ciudad en busca de información. El puerto estaba abarrotado de aeronaves. En muchas de ellas ondeaban la bandera de la Naviera Labarca, por tanto estaba procurando andar con cuidado para no ser reconocido por alguno de los tripulantes, aunque con la espesa cortina de gente que abarrotaba aquel muelle tocaba cuidarse más de los carteristas, que hambrientos de lo ajeno cruzaban las multitudes como tiburones entre los cardúmenes de sardinas en busca de cronómetros, gafas de sol y cuanto artilugio pudieran capturar con la destreza de sus manos.
Ella observaba con lujo de detalles a los alrededores, buscando posibles candidatos a interrogar. Yo intentaba hacer lo mismo, pero a diferencia de ella para mis todos alrededor parecían sospechosos y herméticos con respecto al paradero de mi nave.
Caminamos por un largo rato, saliendo del puerto e introduciéndonos en la ciudad. De un momento a otro, quedamos metidos en una calle abarrotada de comercios temporales. Al parecer en el pueblo había una especie de feria. Todo el lugar estaba decorado de fiesta y había toda clase de atracciones y gente intentando llamar la atención hacia las cosas que ofrecían.
Ella se detuvo. Algo parecía haber acaparado por completo su atención. Por lo abrupto de su movimiento yo me había adelantado unos pasos.
— ¿Sucede algo, milady?—pregunté mirándole con curiosidad.
—Mire, Bastian - San. ¡Una adivina!—exclamó con emoción—Siempre me ha llamado la atención eso de la Carto… ¿Como se dice?
—Cartomancia—agregué.
—Sí, eso mismo—dijo, sonriente.
Caminé hacia ella y me detuve a su lado. Frente a nosotros al borde de la calle se levantaba una carpa oscura, adornada en su extensión por estampados de estrellas y soles. Afuera a pocos pasos de la entrada tenía sobre un trípode de metal un letrero que decía “Madame Katrina: Cartomancia, Quiromancia, Cafemancia, Nigromancia… Sabemos su pasado, presente y futuro”. Leer esto la emocionó sobremanera.
—Quiero que me lean la mano y me digan sobre el futuro… ¡Vamos a entrar, Bastian-San!
A diferencia de ella, yo siempre había sido muy escéptico al respecto. La expresión en mi rostro ante su entusiasmo se lo decía con lujo de detalles, tal vez ahorrándome la necesidad de expresárselo a través de las palabras.
—No, milady. Esas son puras charlatanerías de épocas pasadas. Créame, en mi tierra vi muchos. Esta gente suele inventarles cosas a los viandantes para impresionarlos y quitarles su dinero.
— ¡Vamos, Bastian - San!—insistió— Por lo menos quiero ver como es ella. Yo nunca he visto que apariencia tiene un adivino—dijo con voz aniñada y desilusionada.
—Milady, en serio…—insistí con seriedad.
Ella me miró a los ojos con la tajante expresión de una niña pequeña que quiere que sus papás le compren una muñeca de porcelana con la cual se ha encaprichado. Sus rasgados ojos turquesa parecían haberse vuelto enormes de un momento a otro, haciéndome sentir como un canalla debido a mi negativa ante su voluntad. Intenté resistirme a su chantaje, pero me fue imposible.
—Está bien, milady. Veremos a la pitonisa…—dije soltando un suspiro.
— ¡Arigato gozaimazu Bastian - San!
Me tomó del brazo y fuimos hacia la tienda. Al atravesar la entrada nos encontramos con una especie de vestíbulo. Me tomó por sorpresa lo espacioso del interior de la tienda, ya que desde afuera se veía algo angosta. Frente a nosotros había una segunda cortina formada de cuentas de cristal con forma de lunas y estrellas. Una suave voz con un acento místico cruzó el umbral y llegó hasta nuestros oídos.
—Sean bienvenidos, visitantes… Siéntanse cómodos y pasen adelante.
Cruzamos la cortina y nos encontramos frente a frente con la dueña de aquella voz. Estaba sentada detrás de una amplia mesa circular cubierta de un fino mantel de encaje oscuro como la noche, ataviada con un elegante vestido azul de mangas largas, de las cuales sobresalían encajes blancos que enmarcaban sus blancas y delicadas manos. Sobre su rostro llevaba una máscara negra a modo de antifaz, decorada con detalles florales en un tono dorado. De encima de esta brotaba un penacho de plumas negras y doradas  que contrastaban con su enrulada cabellera, misma que se extendía más allá de sus hombros.
Impactada y emocionada por su apariencia, Lady Hikari tomó asiento ansiosa por escuchar las palabras de la adivina.
—Estoy muy emocionada de conocerla, Madame Katrina. Es la primera vez que veo a una pitonisa.
— si es así, es un placer para mí ser la primera en leerle el destino, milady.
Yo me había parado detrás de la silla. En lo que dijo esto, la profetiza clavó su penetrante y enigmática mirada en mí, poniéndome la piel de gallina al instante. Tomó las manos de ella y luego de observar con detalle por unos segundos las líneas que se dibujaban en la palma comenzó a hablar.
—Primero empezaremos por tu pasado… Veo que ha venido desde muy, muy lejos. Para ser exactos, de oriente. Su padre fue un aristócrata inglés y su madre es una japonesa de clase alta. Usted es una joven muy intrépida. Está fascinada con la investigación al estilo de un detective y adora las máquinas. Sabe todo de ellas con solo verlas por encima.
Lady Hikari estaba sumergida en las profundidades del asombro. Yo lo estaba igual. Había dicho sin equivocación el origen y las cualidades más sobresalientes y notables de mi compañera. Yo había tenido que convivir con ella durante las últimas tres semanas para conocerlas, mas la adivina las había distinguido solo con ver en su mano. A pesar de ello yo trataba de disimular mi asombro plantando en mi semblante la más pura incredulidad. La pitonisa volvió a clavar sus ojos en mí por unos segundos, haciendo que mi piel se volviera a erizar.
—Ahora hablemos de su presente—continuó—.Se escapó de casa porque quería conocer el mundo. Estaba harta de las restricciones de su madre y vino en una aventura en compañía de este noble y apuesto caballero para ayudarle a recuperar algo… Para ser exactos, una nave muy singular.
Ella quedaba cada vez más fascinada con cada palabra que le decía la pitonisa. Yo, en cambio; al oírle mencionar la palabra “nave” empecé a manejar otras ideas acerca de la adivina, dejando a un lado la marcada imagen que tenia acerca de los prestidigitadores y brujos. En mi interior se estaba plantando fuertemente la premisa de que esto no era mera predicción.   
— ¡Dios! ¡Como sabe todo esto!—exclamó Lady Hikari con emoción.
—En su futuro está escrito que, a pesar de los muchos peligros; su intuición y agudo olfato detectivesco hará que logre su objetivo. Cumplirá su sueño, que es poder conocer y pilotar esa fabulosa nave.
Dicho esto ella volvió a clavar mirada en mí. Esta vez no me estremeció ni me obligó a poner cara de escepticismo. Le di a entender con la mirada que sus mensajes, si es que en toda esa palabrería había alguno; habían llegado a puerto seguro. Lady Hikari estaba muy emocionada por la experiencia,  en especial por las noticias. Tenía la expresión de fascinación de una niña pequeña cuando recibe su primer regalo en navidad.
— ¿Eso es todo?—preguntó con tristeza.
—Así es, milady.
Domo arigatou gozaimazu, Madame Katrina.
—Ya es hora de irnos, milady—le dije poniéndole la mano en el hombro.
Ella se puso de pie y volvió a agradecerle a la pitonisa inclinando su cabeza hacia adelante. Yo solo quería seguir el camino lo más pronto posible.
— ¿Cuánto le debo por la consulta, madame?—pregunté mirando a la mujer.
— ¿No va a querer conocer su fortuna, Duque?
—No, no estoy interesado… Un momento. ¿Cómo me llamó?—pregunté con sorpresa.
—Duque… Para ser exactos, Duque Bastian Mercado de Labarca—afirmó la mujer desde su silla.
Al oír mencionar con tal claridad mi nombre me sentí desarmado por completo.
—Si… Para su sorpresa, sé quién es usted. Le he estado esperando. Le invito a tomar asiento mientras cierro la atención al público—dijo poniéndose de pie y yendo hacia la cortina de cuentas—. Con su permiso, volveré en unos instantes.
— ¡Ella es sorprendente!—susurró Lady Hikari—Supo todo de mí sin ni siquiera conocerme. No puedo creer que no creas en ellos…
—Eso pasa porque no es una simple “adivina”—dije cruzándome de brazos en mi asiento—. Debe haber investigado sobre nosotros. Creo que lo mejor es que nos vayamos.
—Nos dijo que esperáramos, Bastian - San. No debemos ser maleducados y retirarnos sin despedirnos. Además, no le ha dicho cuanto le debe por la consulta.
—Entonces le dejaremos un par de monedas de oro y nos iremos—respondí en mi negativa.
Me levanté de la silla y le tomé por la mano. Justo en ese momento la adivina cruzó las cortinas del umbral.
—Gracias por esperar. Ya está todo listo para irnos. Acompáñenme por aquí, por favor.
— ¿A dónde quiere llevarnos?—pregunté con desconfianza.
—A mi casa, por supuesto. Allá estaremos más cómodos para hablar—dijo ella ignorando mi visible indisposición.
—Bastian - San… Vamos—susurró Lady Hikari, observándome.
Muy a pesar de mi negativa, le acompañamos. Nos guió a través de una salida en la parte de atrás de la tienda. Al salir nos encontramos con un patio empedrado de estilo colonial rodeado de casas de dos pisos, visiblemente vacías. Atravesamos el mismo y nos introdujimos por una serie de callejones y pasadizos entre los edificios hasta llegar a un jardín en cuyo final se levantaba una arboleda. Siguiéndole de muy cerca el paso, nos guió hacia un sendero que se escurría entre los árboles. La tarde estaba agonizando y los últimos destellos del sol que se habían colado durante el día entre las ramas de los frondosos arbustos y árboles comenzaba a desaparecer. Ella cambió su curso hacia uno de los árboles y tomó una lámpara de keroseno. De un tronar de sus dedos, para nuestra sorpresa; la llama se encendió iluminando sus enigmáticos ojos ocultos detrás de aquella mascara que había guardado de nosotros su identidad desde el primer momento que la vimos al entrar a la carpa. Caminamos por unos momentos más adentrándonos en la foresta, mientras los amarillos y naranjas del cielo desaparecían dando paso a un claro y limpio cielo estrellado.
Salimos del bosque y llegamos a lo que parecía ser una finca. Una vereda delineada por olivos nos hacia calle de honor en una recta de aproximados quinientos metros en dirección a una gran casa de dos pisos, para ser exactos; una villa. Recorrimos el camino y llegamos a la casa. La pitonisa abrió las puertas y nos invito a pasar. El lugar estaba algo oscuro, iluminado tenuemente por la luz de la luna. Otra vez volvimos a escuchar un chasquido y tanto la chimenea como las velas de los candelabros alrededor de la habitación se encendieron. Tal muestra prestidigitación se había convertido en la favorita de Lady Hikari. Ella le observaba fascinada, esperando ver que nuevos trucos estaba por sacarse de la manga.
—Tomen asiento, por favor. Pónganse cómodos, como si estuvieran en su casa… Volveré en unos minutos.
Sentados en un cómodo sillón uno junto al otro aguardamos en silencio. La casa lucía muy acogedora y cálida. Estaba en extremo limpia y cada uno de sus elementos evocaba una tranquilidad y eficiencia única. No había nada puesto por casualidad, sino porque era necesario que estuviese allí. Escuchamos unos chasquidos más y vimos como las luces iluminaron las escalinatas a medida que percibíamos el crujir de la madera con cada paso que daba en los pisos superiores. Sin más volvió con nosotros, vestida de una manera más cómoda. Descendió por las escaleras y se dirigió a nosotros.
—Gracias por esperar tan pacientemente.
Llevaba entre sus manos un grueso libro con tapa de cuero. A pesar de haberse cambiado de ropa, aun traía puesto aquel enigmático antifaz. Colocó aquel libro sobre una pequeña mesa que había en la sala y se sentó en un sillón próximo.  Fue ahí que notó a través de nuestra mirada de incógnita que algo no estaba bien.
— ¡Oh, disculpen! Como lo uso todos los días se me suele olvidar que lo cargo puesto la mayoría del tiempo.
En seguida se lo retiró, dejándonos ver por vez primera la totalidad de su rostro. Colocó aquella curiosa mascara sobre la mesa, junto al libro.
—Ahora que ya no llevo el antifaz, permítanme presentarme como se debe… Mi nombre es Ivanna Cotti DalFavro.
—Yo soy Lady Hikari Elizabeth Chattoway - Crane. ¡Un gusto conocerle!—exclamó ella con emoción.
—Bueno, yo ya no tengo que presentarme… Ahora, si es tan amable, me gustaría que aclarara nuestras dudas. ¿Cómo es que sabe tanto sobre nosotros?
—Bien, les contaré todo lo que sé... Conozco lo que le ocurrió al Reina Alicia y estoy casi segura de quienes son los autores.
— ¿Los Cavaldi?—pregunté con afirmación.
—No en efecto. Se ha esparcido el rumor de que idea de ellos, pero se cree que hay alguien más detrás del asalto.
—Explíquese.
—Se hizo creer que habían sido obra única de piratas aéreos, pero en realidad tiene matices de obra mercenaria, tal vez antiguos soldados de la armada española o alguna otra organización con matices paramilitares. Aunque no está demás pensar que a la realeza no le gustó la idea de que su padre se tomara el asunto de los piratas como propio, adicional al hecho de lo poderosa que es esa nave.
— ¡No lo puedo creer!—reaccioné con sorpresa— ¡Entonces ellos fueron los responsables del posible asesinato de mi padre y de la tripulación!
—Pero hay más, Duque Bastian—agregó ella sin sobresalto—. Eso es algo que estoy segura que usted no sabe. Por lo que he investigado, no solo en la realeza esta el autor intelectual de todo esto. Me temo que también esté implicada la Logia de Mecánicos. Para ser exactos, una facción bastante radical de ella.
— ¿Logia de Mecánicos? ¿Qué es eso?—preguntó Lady Hikari mirándonos a ambos.
La madame tomó el pesado libro y lo abrió. Sobre su cubierta, impreso en el fino cuero estaba un logotipo formado por dos llaves de ajuste a modo de triangulo, coronadas por un engranaje. Abajo tenía una escuadra y en medio las figuras la letra “M”.
—La Logia de Mecánicos, al igual que las logias de los masones es una organización antiquísima. Se cuenta que nació con la creación de las primeras máquinas por parte de Arquímedes de Siracusa, durante el asedio de la ciudad por parte de los romanos. Arquímedes creó las primeras máquinas complejas, entre ellas una serie de catapultas y escorpiones, pero la más destacada fue la temida Manus ferrea. Desde entonces este conocimiento se fue generalizando y así sus estudiantes póstumos fueron convirtiéndose en los primeros ingenieros y mecánicos. Todo avance tecnológico con respecto a la mecánica, metalurgia y la presión a vapor ha tenido que ver con ellos.
Nosotros estábamos muy impresionados con su relato. Le escuchábamos atentos y en silencio.
—Su lema reza Deus ex Machina”, que significa “Dios salido de la Máquina”—continuó leyendo—. Tiene orígenes en el teatro griego y romano y a veces habla sobre las trivialidades, pero en realidad su trasfondo es más serio y profundo. Por la expresión en su rostro, Duque; deduzco que quiere que le diga que tiene que tiene que ver.
—Así es—afirmé con impaciencia.
—Se dice que todos los mecánicos pertenecen o han tenido que ver con ella. Desde los más humildes hasta los más acaudalados y famosos, como lo fue el caso de mi persona, mi esposo y hasta cierto punto su padre, el Duque de Labarca.
— ¿Qué?—pregunté impactado.
—Como lo escucha—afirmó—. Su padre sabía acerca de la logia. Él y yo éramos socios, tanto así que inclusive trabajamos juntos en los primeros bocetos del Reina Alicia y el bastón. Aquella nave no es una idea nueva. Tiene como unos treinta años de haber sido planteada. Tu padre consiguió materializarla en esta época porque la tecnología había avanzado lo suficiente para hacerla viable, empezando por ese bastón diferencial que trae con usted.
Lady Hikari escuchaba atenta cada palabra, mientras dejaba que su mente analizara la información.
—Su esposo… ¿Dónde está?—pregunto ella con curiosidad.
—Nos separamos hace años. Mi hija decidió quedarse con él y luego de que la casa se incendió no se a donde se fueron. Antes de emprender mi búsqueda, recibí una carta muy misteriosa. Decía en ella que me ocultara y mantuviera lo más bajo posible el perfil,  ya que alguien estaba persiguiendo a los mecánicos y secuestrándolos para sumarlos a la fuerza a esta facción radical. Tuve que abandonar mis intenciones por miedo a ponerlos en peligro. La logia tiene reglas muy simples, pero a la vez los denota como miembros.
— ¿Cuáles son esas reglas?—preguntó Lady Hikari con curiosidad.
Ella movió varias páginas del gran libro y al encontrar la que requería comenzó a leer.
—“Todos los mecánicos somos hermanos. Siempre, aunque estemos en naves rivales, respetaremos el trabajo del otro y si hay combate no participaremos como parte de alguno de los lados beligerantes. Los mecánicos siempre cuidaremos unos de los otros. Si hay peligros, ofreceremos asilo y protección al instante con solo decir el santo y seña, contraseña que solo los mecánicos conocen. Los mecánicos amamos a las máquinas. Deus ex Machina, jamás envidiaremos el trabajo de otro mecánico, porque todas son la personificación de Dios…” Estas son las premisas principales que respeta todo mecánico. Jamás se ha visto que se traicionen o persigan, hasta ahora. El poder y el dinero han logrado corromper a muchos llevándolos a depredarse entre ellos. Cuando supe lo del robo del Reina Alicia y vi que traías el bastón caí en cuenta de el porqué de todo. Hasta donde tengo idea, sin ese dispositivo la nave no puede moverse ni mucho menos usar sus armas. Con las válvulas de presión sin su regulador principal esa nave es como un enorme pisapapeles.  De seguro mi esposo estaba siendo perseguido bajo la premisa de que pudiese dar detalles acerca de la nave, dada su relación conmigo. No me extrañaría que tu padre estuviera con vida y prisionero con tal menester, ya que sería la persona ideal para replicarla. Desde que recibí la carta me tocó huir de casa y llevar este perfil de pitonisa. La magia y la prestidigitación no es bien vista por los mecánicos, así que jamás se fijarían en una persona que las practicase.
Lady Hikari se mostró un poco desilusionada al oír esto.
—Entonces, ¿Lo que me dijo no era adivinación? Y los trucos con las luces… ¿No son magia?
—Al contrario, milady. Si adiviné todo sobre usted, pero eso no es simple magia… Es parte de mi profesión.
— ¿Profesión?— preguntó con ilusión renovada.
—Así es. Soy alquimista… Alquimista Hermética, para ser exactos. Es un arte desaparecido y muy antiguo, pero muchas de las cosas hoy en día se deben a ella. Existe una leyenda que dice que un ángel introdujo en Adán las dos artes, la alquimia material y la espiritual. El día en que la humanidad alcance el control sobre ambas podrá volver a entrar al Edén… Aunque suene un poco ridículo, es una de mis principales metas en esta vida.
Ella mojó un poco las yemas de sus dedos con agua de un jarrón sobre la mesa y apagó una de las velas cercanas a ella, presionando la flama. El humo se escurrió entre sus dedos y de un chasquido de estos volvió a encender la llama, maravillando y devolviendo la ilusión por completo a mi compañera.
— Milady, Duque… Ya se ha hecho algo tarde. Supongo que no han cenado, ¿Cierto?
—No—dije algo avergonzado.
—Bueno, les invito a cenar y a quedarse en la casa. No es bueno que anden por aquí sin estar hospedados en un lugar seguro.
—Gracias por su amabilidad, Ivanna - Sama—dijo Lady Hikari muy contenta.
—Gracias por esto, Madame Ivanna.
—Quiero mostrarles más cosas, pero para ello esperaremos a que vuelva la luz del sol.

Continuará...

lunes, 5 de noviembre de 2012

Steampunk Music: The Cog is DEAD


Buenos Días Tardes/Noches estimados lectores. Para esta nueva semana, posterior a las fiestas patrias en mi querido Panamá, que dos años después del fin de nuestra amada era Victoriana comenzó su vida como república manteniendo marcados matices de dicha era... En fin, VIVA PANAMÁ! Para esta semana, a falta de relatos (Paciencia, mis estimados; así como todo buen científico espera que su trabajo de frutos, sean pacientes y esperen las continuaciones de nuestros relatos, les aseguro que no les defraudaremos) les traemos mas música de corte Steampunk.

Esta semana hablaremos de The Cog Is DEAD, cuya ciudad de procedencia es DeLand, Florida.
esta es una banda altamente recomendable para escuchar y ponerle alas potenciadas a vapor y engranajes a sus mentes. Así como Abney Park, ellos poseen una temática como grupo (Cosa que debería hacer todo grupo Steampunk respetable aunque no sea musical... La cosa no es simplemente vestirse con ropa de época y googles, pero eso es un asunto que discutiremos después) Su temática consiste resumidamente en que son un grupo de Crono-nautas procedentes del año 1893 cuya misión es viajar a través del espacio y el tiempo para traer de vuelta al mundo la mas bella fuente de energía que ha existido: la tecnología del vapor y reemplazar todos los relojes digitales con la belleza y el encanto de los engranajes dorados y las cuerdas de los relojes tradicionales.

Para que puedan disfrutar de su música, aquí les dejo una de sus canciones titulada: The Cooper War.