miércoles, 20 de marzo de 2013

El Duque Pirata: Por la Reina (Parte IX)



El Duque Pirata (Parte IX)
Por la Reina

La bella oriental se colocó detrás de la mesa que estaba entre la que ocupábamos nosotros y la pantalla. Con la misma gracia que tendría un mago al presentar su acto, levantó una por una las sabanas que cubrían las formas que yacían ocultas bajo los pliegues y que nos habían causado tantas interrogantes desde que llegamos.
—A continuación les presento una muestra del arsenal que posee nuestro enemigo. 
Al instante pude reconocer en seguida varias de ellas. Ahora podría observarlas con detalle y sin que estuvieran en mi contra. Fei Tzung se dispuso a tomarlas entre sus manos una por una para dejárnosla ver de mejor forma, mientras nos explicaba acerca de ellas.
—Esta es conocida como “Flammenwerfer”. Se traduce en “Lanzallamas”. Como su nombre lo dice, se trata de una pistola con un mechero a modo de válvula reguladora, conectada a un tanque de seis litros que se lleva a la espalda y que provee una carga de un tipo de combustible parecido al Kerosene mezclado con jabón de aluminio. Esta mezcla arde de forma lenta e intensa y no se apaga a menos que se le prive de oxigeno o se sumerja en agua. De lo contrario tengan por seguro que no se apagará. Puede volver mantequilla el acero en un abrir y cerrar de ojos, así que ni  imaginar que sentiría un hombre al ser rociado con esto.
Esta última frase evocó a mi mente la imagen de aquellos hombres que ardieron en una enorme llamarada luego de que los alcancé con el rayo del bastón.
—Esta es llamada Maschinrngewehr o MgW38. Es como una versión portátil de las Maxim, de treinta y ocho cartuchos. Con solo mover una palanca puede equipararse a cualquier fusil disparando desde una bala a modo de rifle de precisión, cuatro tiros como una carabina o el cartucho completo en modo automático con solo halar del gatillo. Un solo hombre puede acabar con diez fusileros solo con esta. Imaginen lo que harían cien hombres. No hay pólvora que poner, solo hay que halar de esta otra palanca, quitar el cartucho vacio, montar uno lleno, halar de esta otra palanca y tendrán todos los tiros a su disposición en un abrir y cerrar de ojos.
A medida que nos las mostraba, en la pantalla blanca podíamos ver la ficha técnica del arma en cuestión. Era impresionante la mortal arquitectura de estos artefactos.
—Esta es la Scharfshützengewehr o SZG24. Es una carabina de asalto. Funciona prácticamente igual a la anterior. Con una mira es un rifle de francotirador y en caso de ataque en corto se puede disparar con solo halar el gatillo hasta vaciar el cartucho. La que tengo en mis manos ahora es conocida como “Wirf Böller”. Como verán, es como un tubo alargado con mira y gatillo. Se carga adelante y al halar el gatillo se dispara un mortero que es capaz de recorrer una buena distancia y atravesar el casco de un acorazado. Con un par de estos se puede agredir con gravedad a un dirigible. Adicional a eso, se pueden disparar ganchos con cuerda para abordar cualquier nave o para atar cuerdas a altas paredes para escalar.
Colocó la última arma en la mesa y procedió a mostrarnos más en el proyector.
—Las siguientes son demasiado grandes para traerlas, así que les mostraré solo las fotografías. A continuación, el Kampfwagen tipo 1.
Al ver la imagen en la gran pantalla, quedé atónito. Tal como en mi sueño, ahí estaban esos cascos terrestres sin vela. Los de mi visión eran un poco más fantasiosos, pero estos eran en definitiva lo que había visto.
—Con estas máquinas, la era de la guerra de trincheras acabó. Son capaces de atravesar cualquier terreno por más escarpado que este. Nada los detiene, ni las zanjas ni los arboles. Lo que esté en su camino, o desaparece por su cañón o por el peso de su cuerpo. Se calcula que pesa sesenta toneladas, con diez metros de largo por seis de ancho y cuatro y medio de alto. Tiene un poderoso motor a vapor, similar al de una locomotora pero hasta con más caballaje.
Esta última arma había acaparado por completo la atención de Lady Hikari. Sus ojos rasgados se abrieron a todo lo que podían. Eran como dos bocas que estaban absorbiendo como un remolino marino todas y cada una de las imágenes, familiarizándose con cada válvula, palanca, botón y escotilla. Aquella bestia de acero remachado y reforzado había cautivado por completo a la señorita.
—Ellos poseen una variedad de modelos de este “tanque”, entre ellos uno más ligero para reconocimiento y uno para transporte—continuó diciendo—. En la actualidad están experimentando para que pueda andar debajo del agua. Aunque esto es algo paralelo. Su interés básico está en la nave del Duque. Si bien he escuchado, la han estado estudiando. Han interrogado a la tripulación pero no han podido sacar nada. La nave es un misterio. Han intentado encenderla de mil maneras, pero esta inerte como un buque encallado.
Madame Ivanna me miró con el rabillo del ojo, como sintiendo el peso de aquel secreto que estábamos guardando los tres. Una foto de la cabina de control estaba en la gran pantalla, mostrando el lugar exacto por donde esta gran máquina se encendía. Saber que aun teniendo la respuesta ante sus ojos no habían sido capaces de verla era algo que nos brindaba cierta tranquilidad.
—Damas, caballero… He concluido mi presentación. ¿Tienen alguna duda al respecto?
En seguida todos levantamos las manos.
— ¡Vaya!—exclamó con sorpresa— ¿Qué tal si nos dice primero la suya, Lady Caterina?
— ¿Cuál es el plan de acción?
Madame Ivana y yo bajamos la mano enseguida, demostrando que era exactamente lo mismo que íbamos a preguntar. En cambio, Lady Hikari mantenía su mano arriba de una manera insistente.
—Y usted, Lady Hikari…
— ¿El plan incluye manejar el tanque?—preguntó con emoción.
—Está bien. En seguida les explicaré el plan. ¡Kwan! ¡Cambia las fotografías!
El ayudante asiático procedió a cambiar la pila de imágenes del proyector por una menos densa. Una fotografía del castillo inició la cascada de imágenes que nos mostraba distintas locaciones, entre pasadizos y puertas secretas.
—Muy bien, voy a explicarles el plan que he preparado para entrar al castillo. Necesitaré que presten mucha atención y que, de ser posible; memoricen la parte que les toca. Según los últimos informes, el Reina Alicia está siendo acondicionado para navegar. Han reabastecido el arsenal y cargado los tanques con el agua pesada necesaria para funcionar. Esperan descubrir pronto la forma de hacerlo andar y quieren tenerlo equipado para cuando eso suceda. Se ha calculado que todo este proceso tardará una semana, por tanto debemos estar listos para asaltar el castillo en ese tiempo. Primero, llegaremos al bosque en los alrededores por medio de un dirigible, tal como llegamos aquí. Al llegar allí nos moveremos con rapidez hacia las murallas, para ser exactos; la pared norte y noroeste. Estas son las más altas, pero debido a eso es la que más tiempo tiene entre los cambios de guardia y son ideales para entrar porque su perímetro es el menos cuidado... Han confiado que si algún día alguien quiere asaltarlos no lo harán por ahí. Las demás paredes siempre están custodiadas y será imposible pasar desapercibidos.
— ¿Cuál es el tiempo de relevos?—preguntó Lady Caterina alzando la mano.
—Quince minutos. Luego de eso hay dos minutos en que la pared está sola.
— ¿Cuán alta es la pared?—preguntó Madame Ivanna visualizando el asalto en su mente.
—Es como de unos cincuenta metros.
— ¿Cincuenta metros en quince minutos?—pregunté conmocionado ante la altura.
—Nadie dijo que sería una tarea fácil, Duque. En el borde, casi al final de estas paredes hay una especie de cornisa. Ese será nuestro refugio mientras llega el tiempo de relevo. Lleguemos ahí y no debemos movernos hasta que el camino este libre y podamos entrar.
— ¿Una vez arriba como lo haremos?
—Estaremos divididos en dos equipos. El Duque, Madame Ivanna y Lady Caterina conformaran el “equipo azul”.  El otro estará conformado por Lady Hikari, mi sirviente Kwan y yo. Nos llamaremos “equipo rojo”. Adicional a eso contaremos con la ayuda del comando que vimos al llegar, que será el “equipo naranja”, media docena de hombres. ¿Hasta aquí estamos claros?
Los cuatro asentimos con la cabeza.
—Muy bien. El edificio principal dentro del castillo es como una gran caja de bombones. Allí es donde debemos entrar. El avance deberá ser lo más sigiloso posible. Eviten disparar, pero si les toca no dejen a nadie con vida. Entre más tarde se enteren de que estamos adentro será mejor. La salida es por el techo de cúpula de la nave principal. Fue reemplazado por unas enormes compuertas de metal que se abren como los pétalos de una flor de loto, sirviendo de entrada y salida para los dirigibles hacia el gran patio interior. Dicho mecanismo es movido con fuerza hidráulica, así que luego de activarlo debe ser inutilizado de tal manera que por ningún motivo pueda ser cerrado. El “equipo azul” deberá infiltrarse y llegar hasta las mazmorras señaladas aquí. Uno de ustedes deberá separarse y abordar el buque para revisar las condiciones en las que está y manejar la entrada. Mientras el resto debe volver por este corredor hacia la pista.
—Yo entraré al Reina Alicia— dijo Lady Caterina levantando la mano.
— ¡Apuntado!—exclamó la expositora—. Mientras esto sucede, el “equipo rojo” robara uno de esos “tanques”.
Al oír esto, Lady Hikari se sobresaltó por la emoción. Nosotros le observamos en silencio por un instante.
Gomenasai mina… Continúen por favor—dijo apenada achicándose en su asiento.
—Como les decía, nuestro deber será posicionarnos mientras el “equipo azul” al ir de regreso por el corredor hacia a la pista será cubierto por el “equipo naranja” que accionará e inutilizará el sistema hidráulico luego de cubrirlos y cerciorarse de que estemos adentro y despegando. Nosotros, manejando como un escudo móvil crearemos un corredor blindado hacia el Reina Alicia, en donde Lady Caterina deberá estar con todo listo para abrir la compuerta de carga si hace falta y ayudarlos a subir. Con todos adentro, el tanque de Lady Hikari entrará en la bodega del Reina y el rescate estará hecho.
— ¿Y eso para qué? ¿Porque debemos llevarnos el tanque?—pregunté con curiosidad.
—Será un poco peligroso salir del tanque y correr hacia la nave. Adicional a eso, no está demás tener un ejemplar de esas máquinas, ¿No le parece?
Nuevamente todos asentimos con la cabeza. Ella tomó unos papeles de la mesa y fue hacia nosotros, repartiéndonoslo a medida que pasaba frente a cada uno.
—De todas maneras preparé unos folletos con el plan. Por favor, memorícenlo en su totalidad. De una respuesta rápida a cualquier falla dependerá el éxito de este plan. Ahora, será mejor que descansemos. El día de mañana iniciaremos los entrenamientos y las pruebas de vestuario.
La gran pantalla se apagó y las luces del resto del lugar se encendieron. Nos levantamos de la mesa y en calma volvimos al ascensor. Fei Tzung se quedó atrás dirigiendo a los ayudantes mientras estos reorganizaban el lugar a su configuración inicial. De vuelta en mi habitación, ojeaba cada página del folleto. Aquel plan resultaba ser sumamente simple de visualizar. Me resultaba algo difícil creer como todo había sido tan calculado. Sus últimas palabras hacia mí me habían resultado con sabor a mensaje oculto. De repente sentí un frio que se me albergó en el pecho y una idea se plantó en mi mente. Fei Tzung debía saber acerca del bastón. Desde que nos conocimos algo me mosqueaba sobre ella. Claro, no es que sea muy habitual confiar en alguien a quien te encuentras en un bosque en mitad de la noche armada de la misma manera que la gente de la que te hallas escapando. Ella nos había sacado de ahí, pero de igual forma solo podía ser una especie de pantomima para ganar nuestra confianza y hacer tiempo para mostrar sus verdaderas intenciones. Revolví la mirada y aparte las especulaciones de mi mente. Si bien es cierto, sabia en quien podía confiar de los que andaban conmigo ahora. Entonces, como en una fotografía; se plantó en mi pensamiento la figura de Lady Caterina. La había conocido esta mañana y ahora por la noche resultaba ser mi “prometida”. En vista de su imprevista entrada a mi círculo, lo mejor que podía hacer ahora es intentar conocerla más. Eso sería exactamente lo que haría esta noche.

Continuará...

lunes, 11 de marzo de 2013

El Duque Pirata: Caterina de Tunisia III (Parte VIII) : ¿Duquesa de Labarca?



Buenos Días Tardes/Noches. El año avanza raudo y ya estamos en la segunda semana del mes de marzo. No obstante era nuestro deber para ustedes, estimados lectores; continuar a pesar de todo con el emocionante relato protagonizado por Bastian Mercado de Labarca, el Duque Pirata. En el Capitulo anterior hizo su entrada un nuevo personaje, Lady Caterina Gatto Cacciatore, quien ahora es nada mas y nada menos que la prometida del Duque, quien al saber sobre la naturaleza de su anfitriona ha quedado mas frío que una caldera sin carbón  A pesar de todo esto, la carrera para recuperar al Reina Alicia continua... Conoceremos que será lo que se hará? El Duque tomará bien el hecho de que ahora tiene una prometida? Veámoslo a continuación...

El Duque Pirata (Parte VIII)
Caterina de Tunisia (Parte III): ¿Duquesa de Labarca?

No podía creer lo que estaba escuchando. Ocultar mi impresión fue tan imposible como lo sería intentar detener las olas de la marea creciente con castillos de arena hechos por los niños. Al subir por primera vez al Reina Alicia en su nueva forma supuse que me esperarían una serie de situaciones inesperadas, mas mis predeterminaciones se habían quedado minúsculas ante las cosas que me había tocado vivir durante las últimas semanas.
Su hechizante mirada se había plantado en mi rostro inmovilizado por la sorpresa, a la vez que una sonrisa llena de picardía arqueaba el rojo pasión de sus labios. De repente, una fuerte ventolina se levantó tan potente, que como si su vestido se tratase de la vela de un navío le impulsó hacia mí a la vez que hacia volar lejos de mi cabeza el sombrero. En lugar de prestarle atención a este último, como por instinto atrapé a la vulnerable señorita entre mis brazos. La fuerte briza amainó tan rápido como apareció, dejándonos prestarle debida atención la situación en la que estábamos. Nuestros corazones latían con velocidad mientras nuestros rostros cambiaban de color a un tono rojizo al vernos tan cerca.
Ella volvió a plantar sus enigmáticos ojos en los míos por unos segundos, hipnotizándome por completo. Al verme t a su merced fue estirándose con suavidad, apoyándose en la punta de sus pies con la grácil destreza de una bailarina de ballet. Su rostro iba acercándose al mío mientras la pasión expresada en el color de sus labios me llamaba a ir hacia ellos de una manera irresistible. Mis ojos se fueron cerrando con  lentitud a medida que iba sintiendo lo entrecortado de su respiración mezclándose con la mía cuando una fría sensación en mis labios cortó de forma abrupta la pasión del momento. Abrí los ojos enseguida, encontrándome con que mi boca estaba pegada a una reluciente hoja de metal, proveniente de un bastón de estoque.
Aun entre mis brazos había medio desenvainado ágil la resplandeciente lámina, interponiéndola en nuestro camino de contacto. Yo estaba sorprendido. Sentía como la electricidad que produce aquel sarcástico sentimiento llamado vergüenza recorría mi cuerpo de manera intensa. Ella me observaba por encima del filo de la navaja con la expresión de una gatita luego de haber hecho una travesura, indiferente a que yo aun la tenía a merced. Al caer en cuenta de esto y viendo lo insostenible de la situación, le solté con suavidad dejándola posar sus talones sobre el césped. Envainó con cuidado el filo, guardando el afilado secreto que yacía dentro aquel magnifico báculo mientras me daba la espalda. Un breve momento de silencio se hizo presente y al momento volví a escuchar el suave trino de su voz.
—Si bien es cierto, Duque Bastian; por la voluntad de mis padres en comunión con los suyos soy su prometida, mas no significa que soy, de hecho; su novia. Como debe haber notado, mi corazón late fuerte y como tal es indómito… Antes de siquiera permitirle posar sus labios sobre los míos, Duque; usted deberá ganarse ese privilegio con creces.
En aquel momento me sentía tan aturdido que era como si me hubiera caído de lo alto del cielo y me hubiera recibido un árbol amortiguando mi caída, pero pagando el precio de golpearme contra todas y cada una de las ramas.
—Yo soy una dama, Duque de Labarca—continuó diciendo—.Como tal deberá cortejarme con propiedad si desea hacerme su esposa. Ahora con su permiso volveré a la casa, necesito descansar… Le veré luego en la reunión.
Dicho esto, volteó con suavidad sobre su hombro, plantando sobre mí una vez mas lo cautivante en la negrura de sus ojos antes de retirarse caminando hacia la casa justo por donde habíamos venido. Ya no podía verle, pero en su rostro se dibujaba una vez más aquella característica sonrisa llena de pillería. Si su objetivo había sido dejarme frio como la piedra, lo había conseguido. Ahí estaba yo, en medio de la verdura del jardín; inerte como una estatua mientras mi sombrero corría libre sobre el césped. Si bien es cierto, ella manejaba mucha más información sobre mí de lo que yo podía imaginar. De lo que si estaba seguro era que en lugar de reaccionar negándome con rebeldía juvenil ante semejante reto, yo sentía una ferviente e involuntaria disposición a conquistar aquel indócil corazón que había podido ver en la profundidad de esos bellos ojos. Ya recuperado de lo embarazoso de la situación, recobré mi sombrero. Poniéndolo en el lugar y posición correspondiente sobre mi cabeza, me arreglé el traje, respiré profundo y decidí volver a la casa como si nada hubiera pasado. Antes de que pudiera dar el primer paso, mi nombre retumbo en mis oídos.
— ¡Duque Bastian!
Al voltear vi que quien me llamaba era nada más y nada menos que Madame Ivanna. Al verle aparecer, a mi mente cayeron como cascada aquel torrente de dudas que he había dejado mi nueva e inesperada situación de “prometido en matrimonio”.
—Qué bueno es verle, madame. Necesito que me aclare una serie de dudas que tengo y que es imprescindible que explique por qué no entiendo nada de lo que está pasando.
La pitonisa, por vez primera; me observó con una picardía muy similar a la de su hija. Ya me era evidente a quien le había heredado semejante poder.
—Estabas aquí con Caterina, ¿Cierto?—preguntó con una sonrisa.
—Así es.
—Te habló sobre el acuerdo entre tus padres y los suyos. ¿Verdad?—preguntó cruzándose de brazos.
—En efecto...
—Tranquilo Duque. Voy a aclarar sus dudas… Primero que nada lo que le ha dicho Caterina es verdad. Tus padres y nosotros dada nuestra gran amistad decidimos unir la familia a través de ustedes dos haciendo un acuerdo matrimonial cuando eran niños. Lo hicimos de manera verbal y según me contó ella el día de hoy, su padre se lo hizo saber en una de las últimas cartas que le hizo llegar antes de desaparecer.
—Cuando besé su mano en el momento que usted me la presentó, pude ver en el interior de aquella piedra el mismo logo que estaba grabada en la cubierta de aquel gran libro que nos mostró allá en Italia.
—Ese anillo es indicativo de que ella es un Mecánico—dijo mirándome fijamente—. Como seguro está pensando, Caterina pertenece a la logia.
Mi reacción de sorpresa no se hizo esperar.
—Los mecánicos suelen heredar a sus descendientes la membrecía a la logia. Ella como tal fue entrenada y posee amplios conocimientos, mismos que está dispuesta a aplicar a nuestro favor dado la situación actual de cisma dentro de la organización. Ella estuvo al tanto de usted desde que se corrió la noticia del robo del Reina Alicia y no escatimó en esfuerzos para hallarle. Lo que si no estaba dentro de sus pensamientos fue el hecho que al encontrarle también me hallaría a mí.
—Entiendo.
—En fin, si le preocupa el hecho del acuerdo matrimonial, no es algo que este escrito en piedra… Si no quiere casarse con mi hija no hay ningún inconveniente, al menos para mí.
—Al contrario, madame. Tal acuerdo no me representa problema alguno—comenté dando unos pasos adelante y consultando mi reloj de bolsillo.
Ajusté bien el sombrero a mi cabeza y observé sonriente sobre mi hombro a la pitonisa, quien contestó a mis palabras con una sonrisa y un rostro pintado de una expresión de alivio.
— ¿Me permitiría acompañarla de vuelta a casa, madame?
—Será un placer, Duque.
Le ofrecí el brazo y ella aceptó con gusto y sin más nos dirigimos de vuelta a la casa.
Una hora más tarde estábamos bajando hacia aquel sótano a través del ascensor. Allí nos aguardaba una mesa de forma rectangular con cuatro sillas. Frente a ella estaba un amplio telón blanco, muy similar a los tableros en las aulas de la universidad. Entre nuestra mesa y el telón había otra mesa aun más amplia, pero con algo cubierto sobre ella por telas de color blanco. Nos sentamos quedando Lady Caterina a mi derecha y Madame Ivanna a mi izquierda. A la izquierda de ella estaba sentada Lady Hikari.
Fei Tzung hizo su entrada a la clase vestida con un entallado traje blanco de corte oriental y adornos dorados, con su cabello recogido en una trenza hacia un lado. Sin más preámbulo dio inicio a la reunión.
—Bienvenidos sean ustedes a esta primera clase de entrenamiento en lo que yo llamo “comando de fuerzas especiales”. Empezaremos la exposición en seguida, no sin antes agradecer a la patrocinadora de esta operación que no es otra que nuestra querida colaboradora, Lady Caterina.
Ella nos observó a cada uno con una sonrisa de bienvenida mientras aplaudíamos gentilmente.
—Como todos aquí saben mi nombre es Fei Tzung. A partir de este momento los llevaré de paseo hacia lo último en la tecnología bélica actual, misma que aun es un verdadero misterio y un mito para la sociedad presente. Pero el asunto principal que nos reúne aquí es la recuperación del la nave conocida como el “Reina Alicia”, propiedad de el noble Duque de Labarca, aquí presente... Empecemos.
Aplaudió y un rayo de luz apareció desde atrás de nosotros. Algo parecido a un diafragma se abrió en la pantalla mostrando una imagen de la nave que parecía ser del día en que había salido del astillero. Según recordaba, el Reina Alicia no era un navío reciente. Solía ser el favorito de mi padre por su maniobrabilidad, en especial por la manera tan temeraria a la que se dejaba llevar durante las más fieras tormentas durante sus largos viajes.
—Esta nave fue botada en el año 1856 como la número treinta al servicio de la Naviera Labarca y hasta hace dos años fue su buque insignia. Hasta este momento había servido como transporte de mercancía y pasajeros alrededor del mundo. De forma lamentable desde hace unos quince años hasta la actualidad los cielos del globo se han convertido en un lugar muy salvaje debido a la presencia de los denominados “Piratas Aéreos”, que no son más que criminales que quieren ganarse el viejo titular que llevaban los forajidos del mar durante la era de los descubrimientos. Con el ideal de hacer de Vigilante, el Duque de Labarca padre modificó el Reina Alicia, convirtiendo este ágil vapor de cuarenta metros de eslora en un acorazado mecanizado, armado con una serie de armas semi automáticas, morteros y cañones lo bastante sofisticados para recargarse solos y propinar un severo daño a cualquier navío que se atreviera a enfrentársele basándose en la letalidad de un ataque intenso y veloz.
A medida que iba hablando iban cambiando las imágenes. Mostraba fotografías del interior de la nave, los compartimentos de cubierta y manga que escondían las armas, adicional a detalles que me hizo muchísima sorpresa ver tan bien documentados.
—Su éxito fue abrumador, tanto que logró eliminar un sesenta por ciento de las empresas piratas cuyo rango de acción iba desde el océano indico hasta el mar del diablo en las costas de Japón. Fue emboscada hace unas semanas por el clan Pirata de los Cavaldi, conocidos por ser el terror del adriático.
Ver la confirmación de mis sospechas iniciales a cerca de los autores del infame secuestro me llenó de cierta satisfacción, a pesar de lo que le había sucedido a la tripulación y sobre todo, a mi padre.
—Ellos hurtaron la nave. Pero unos días después haber perpetrado este acto fue emboscado por un grupo armado hasta ahora desconocido cuando sobrevolaban las aguas del mar negro. Según cuenta a través de este audio el ahora fallecido criminal y líder Fabrizzio Cavaldi, único sobreviviente registrado de aquel asalto, las cosas fueron de la siguiente forma. Hagan correr el fonograbado, por favor.
El chirrido de una aguja de fonógrafo sobre un disco se escuchó al fondo, dando inicio a una grabación. Una voz muy familiar inició una especie de interrogatorio hacia el difunto.
—Cuéntame, Cavaldi. ¿Qué fue lo que sucedió?
—No se—dijo el pirata, notándose aturdido—…Se nos aparecieron de la nada, como fantasmas. De la nada… Mis muchachos yacían en el suelo ahogándose en su propia sangre… Con las gargantas… Las gargantas abiertas de un extremo al otro. Cuando intentamos defendernos fuimos… Fuimos acribillados por las balas, pero no por una o dos, sino por decenas de ellas… Era como oír el estallido de los petardos en las fiestas del año nuevo chino, pero… Pero en vez de hacernos sonreír nos partían en dos. Nosotros disparábamos esperando alcanzarles, pero era inútil... Antes de que pudiéramos cargar ya estábamos con nuestra sangre y tripas en el suelo.
— ¿Qué hay de la tripulación? ¿Qué paso con el cuerpo original del Reina Alicia?
—Capturamos a la mitad de ellos en el asalto… La otra mitad fue la que se nos enfrentó y no sobrevivió.
— ¿Y los Duques? Háblame de ellos.
—El viejo se enfrentó a nosotros… El joven escapó saltando desde la cabina hacia el mar… Seguramente ha de estar muerto, era demasiada altura…
— ¿Y que fue del viejo?
—Él estaba gravemente herido cuando le capturamos, pero por ordenes de… herido de gravedad y…Vivo, el estaba vivo… Nuestro medico logró estabilizarlo, pero había perdido mucha sangre… Él estaba con los demás rehenes de la tripulación cuando nos asaltaron...
Un fuerte chasquido hizo tronar nuestros oídos y la grabación se cortó abruptamente luego de esa última palabra. Yo no cabía en mí de la emoción. No lo podía creer, a pesar de lo sucedido había una esperanza de que mi padre estuviese vivo. En seguida me puse de pie con la fuerza con la que se estira un resorte, apoyando mis manos con fuerza sobre la mesa.
— ¿Hace cuanto fue esta grabación? ¡Mi padre entonces está vivo!—exclamé con alegría.
La beldad oriental reaccionó fríamente a mi sobresalto.
—Esto fue hace dos semanas, Duque. Junto a él encontramos a muchos otros en las orillas del mar negro, en las costas de la península de Anatolia. Sé que sonará duro para usted pero yo no guardaría tantas esperanzas de que aun este con vida.
—Usted dice que ha estado allá donde tienen al Reina…—insistí.
Su escepticismo ante mi esperanza, en vez de coartarla, la hacía más fuerte. Sentía una profunda necesidad de hacer salir de sus labios que conocía el paradero de mi padre.
—Así es, Duque. He estado ahí, pero si bien se que tienen a la mitad de la tripulación cautivos en unas mazmorras, pero no he podido verlos.
—Pero usted…
Una suave mano se posó sobre la mía. Al prestar atención a su procedencia, me percaté que era la de Lady Caterina. Ella me miró a los ojos, enternecida; pero a la vez con una expresión tranquilizante que cual narcótico fue bajando gradualmente mis ganas de discutir.
—Por favor, mi Duque… tome asiento—dijo con suavidad—. Nosotras comprendemos muy bien su situación y la verdad nos sentimos identificadas con su preocupación, pero de nada servirá si nos exaltamos y permitimos que nuestros sentimientos sean la guía. Por favor, tome asiento junto a mí y escuche el resto de lo que la Srta. Tzung tiene preparado para nosotros.
Mi ataque de desesperación se fue disipando entre la suavidad de sus palabras. La bestia enardecida de mis emociones fue neutralizada por la suavidad de su toque y la ternura de su súplica. Como hipnotizado, volví a mi asiento en silencio.
—Disculpe mi intromisión, Srta. Tzung. Por favor, continúe con la presentación.
—Gracias, Duque Bastian. Como les decía, esta grabación fue hace dos semanas. Luego de una profunda investigación nos dimos cuenta que quienes estaban detrás del asalto y robo del Reina Alicia no eran otros que la facción radical de la Archi Mecánicos. Descubrimos que han sido los precursores de una enorme ola de secuestros, robos y asesinatos alrededor del mundo. Muchos científicos, políticos y nobles han desaparecido junto con importantes avances tecnológicos. Ha sido difícil, pero luego de una sufrida investigación logramos conocer el paradero de una de sus principales guaridas.
La diapositiva mostró enseguida un mapa de Prusia. Al ir pasando las imágenes podía verse la geografía del ducado de Mecklemburgo –Strelits. En seguida pudimos conocer la apariencia del castillo.
—Este es el castillo de Schwarzschild. Está ubicado en lo alto de una montaña. Fue esculpido en la roca maciza y su posición lo hace casi inexpugnable. Rodeado por la espesura de la selva negra, los únicos dos caminos que llegan hasta él están bien resguardados. Los pueblerinos creen que esta embrujado, así que dada su soledad se ha convertido en la madriguera perfecta para el Archimaestre y sus senescales. Si bien es cierto no sabemos cuántos son, pero se ha detectado la presencia de uno de los más importantes llamado “el Ingeniero”.
La imagen del misterioso sujeto se plantó en la pantalla. Al fin conocía las facciones de mi enemigo. Procuré memorizar su apariencia en esos pocos segundos antes de que el asistente pasara a la siguiente imagen. Madame Ivanna miraba atónita el retrato.
—El fuego en su casa, Madame DalFavro—dijo Fei Tzung— Él fue el responsable... Ahora, les mostraré algo que se que les encantará.

Continuará...