Respiré profundo y
busqué alejar todas esas necedades de mi mente. Este era el momento para
hablar. Después de ahí, no habría otra oportunidad.
—Quiero que me hable sobre
la Logia. ¿Es usted una de ellos?
—Lo dice por mi anillo,
supongo. La historia es algo densa, pero trataré de hacerla lo más breve y
ligera. La logia ha existido desde siempre. Se dice que cuando los romanos
sitiaron Siracusa durante la segunda guerra púnica, El matemático Arquímedes
desarrolló una serie de armas por petición del tirano Hieron. Con estas
creaciones lograron mantener a los invasores a raya durante varios meses, hasta
que la ciudad fue tomada y Arquímedes asesinado, a pesar de que se había
ordenado que se le dejara con vida. Luego de esto, sus discípulos se
esparcieron por el mundo junto con sus conocimientos y sin olvidar quien era
cada uno, se mantuvieron en contacto constante, formando los primeros focos de
la hermandad. Los siglos pasaron y las innovaciones mecánicas siguieron
surgiendo en aras del progreso de la humanidad, mas esta solo era una parte del
enorme conocimiento que se había estado desarrollando tras bastidores. Durante
la edad media surgió como la conocemos hoy, la Logia de los Mecánicos. A partir
de allí comenzarían a controlar la historia apoyando al bando y a la causa que
consideraran correcta con la infiltración de sus miembros en los estratos de la
sociedad. El tiempo siguió pasando y los pensamientos cambiaron, hasta la
actual revolución industrial. Hoy en día los mecánicos son como peces que nadan
en el ancho mar, con más libertad y menos temor. Nuestro peor enemigo, la
codicia; picó a varios de nuestros más influyentes miembros. Este personaje,
haciéndose llamar el “Archimaestre” decidió crear una facción y robar todos los
conocimientos para hacerse con el poder y venderlos no a la causa correcta,
sino al mejor postor. Tal disposición esta encaminando al mundo hacia la madre
de todas las guerras. No una como la que ha mantenido a Norteamérica dividida
en dos desde 1861, sino una que arrastrará al mundo entero a una carnicería
total. Ellos pretenden recopilar todo el conocimiento posible y vendérselo a
quien pague más, ya sea Rusia, Gran Bretaña, Francia, Austria-Hungría o el
Imperio Otomano. En vista de ello,
nuestro deber ahora es evitar a toda costa que eso suceda.
— ¿Qué papel tiene usted
en la logia?
—Yo sólo soy un Mecánico,
como mi padre o mi madre. En este caso heredé el titulo de mi padre y por ende
el anillo. Desde niña fui instruida en las máquinas; su diseño, funcionamiento
y construcción. Solo es cuestión de un vistazo breve y puedo decir que funciona
y que no. Es algo así como la habilidad innata que posee Lady Hikari, más que a
diferencia de ella yo la adquirí tras años de estudio.
—Si no me había visto
desde que éramos niños, ¿Cómo es que sabe tanto sobre mí?
—Una cosa que debe
entender, Duque. Nuestro mundo esta mas modernizado de lo que pueden ver
nuestros ojos. Lo que vemos a simple vista es solo lo que le está permitido ver
a la masa. Desde que su familia volvió en definitivo a España, la logia mantuvo
cierta vigilancia sobre su padre. Él nunca quiso ingresar y mi madre había
crecido con él y le tenía demasiado afecto, además de todos los conocimientos
que compartían en su sociedad. A parte de avanzado, este es un mundo peligroso.
Los genios científicos son como las doncellas de los cuentos medievales:
vulnerables y codiciadas por los tiranos, que vendrían siendo las potencias
actuales.
Yo la escuchaba con
entera atención. Para ser alguien muy
joven, Lady Caterina sabía muy bien de lo que me estaba hablando.
—El proyecto “Reina Alicia” es algo innovador—continuó
diciendo—. Hasta ahora nadie había logrado automatizar de la forma como lo hizo
su padre a un acorazado aéreo. Se necesitaría una tripulación de un mínimo de
cincuenta hombres para poder manejar y mantener en funcionamiento tantas armas.
En cambio él logró hacer que solo se necesitara un mínimo de cinco. Eso fue lo
que hizo que la logia no pusiera objeción a la relación de mis padres con él y
que buscaran mantenerlo bien vigilado y protegido. Cuando ocurrió el cisma y la
facción de los “Archi Mecánicos” surgió como tal, temimos por su padre. Lo
escalofriante de verdad fue cuando nos enteramos de que el Reina Alicia estaba en operación. Eludió nuestra vigilancia de una
forma magistral, de tal manera que no supimos nada hasta que nos llegaron los
informes acerca del exterminio de piratas. Ellos estaban enardecidos y los
contactos que tenemos dentro de la facción, como es el caso de Fei Tzung, nos
reportaron de inmediato acerca de la orden que había dado el Archimaestre para
la captura de la nave. Intentamos encontrarle durante semanas, siguiendo los
destrozos que dejaba, hasta que ocurrió lo del robo y lo dimos todo por
perdido. Recuperamos la esperanza cuando nos llegaban informes de que lo habían
visto a usted en aquel puerto japonés y luego en Italia. Su acción con el
bastón en la villa de mi madre fue algo que nos devolvió el alma al cuerpo.
—Mi padre me pidió que
cuidara ese bastón con mi vida—afirmé—. No tenía idea de su poder ni lo
importante que es para el Reina Alicia
hasta el día en que conocí a Madame Ivanna.
—Mi madre me ha dicho
que ese bastón es la llave. Sin él, su nave no es más que un enorme pisapapeles.
—Ya que usted sabe para
qué es el bastón, ¿Fei Tzung conoce de sus funciones también?
—Que yo sepa, nunca se
ha hablado acerca de eso en su presencia.
Ella me observó
fijamente y frunció el ceño.
— ¿Para nada confía en
ella, verdad?
—Por lo visto usted
heredó parte de los poderes psíquicos de su madre… Para nada. Me parece alguien
siniestra. Algo me dice cada vez que la veo que está tramando o escondiendo
algo.
—La verdad ella ha sido
de mucha ayuda para la logia en esta guerra. Ha sabido infiltrarse hasta los
círculos más estrechos y nos ha puesto siempre un paso adelante, o al menos a
la par de nuestros adversarios. Siempre me han sorprendido sus métodos y la
forma en que ha conseguido ingresar a donde más nadie ha podido. Nosotros le
hemos investigado muy bien, llevando luz a cualquier esquina oscura de su
pasado y siempre ha salido tan blanca como una paloma.
—Es impresionante… Se nota
que sabe ocultar sus pasos—comenté con frialdad.
—No debería ser tan duro
con ella, Duque. No le pido que confíe en ella como nosotros. Más bien debería
considerar que ella salvó su vida y de paso fue quien le trajo…
— ¿Con usted?—agregué.
Nos miramos por unos
segundos. Ambos queríamos apartar la mirada, pero como si estuviéramos
amenazados de perder alguna superflua apuesta, seguíamos con los ojos clavados
en los del otro. En seguida, ella levantó la campanilla y la hizo sonar.
—Considero que ya es
momento para el plato fuerte… No queremos que se vaya a enfriar, ¿Cierto?
—Así es, milady—comenté
sin sobresalto.
Las dos primeras mozas
trajeron una gran charola de plata y la colocaron en el centro de la mesa. Al
destaparla pudimos contemplar un bronceado faisán adornado con hortalizas. En
seguida procedieron a servirnos las porciones y descorcharon aquel vino español
del que Lady Caterina me había hablado.
Un tiempo después había
terminado la cena. Las mozas habían retirado nuestros platos y la gran charola,
dejando en su lugar un vistoso y áureo candelabro. El fuego de las velas
resplandecía en el escarlata del vino que llenaba nuestras copas. Nos habíamos
levantado de la mesa, instalándonos uno al lado del otro en un lujoso y cómodo
sillón en el palco contiguo del gran salón, con la intención de contemplar las
estrellas.
—Este vino es excelente,
milady. Me avergüenza no haberlo probado antes—dije antes de dar otro sorbo a
mi copa.
—Es de la cosecha de 1843.
Se dice que ese año las cosechas de vino tuvieron un sabor que no se ha vuelto
a repetir jamás, lo que atribuyeron al paso de un cometa que fue visible a
plena luz del día por su gran tamaño. Lo encontré en las cavas de mi padre hace
unos meses y aunque sentí tentación de probarle antes, decidí guardarlo para
una ocasión especial, como lo es este caso… Volviendo al tema, ¿Tiene algo más
que desee saber, Duque Bastian?
—Si bien es cierto, creo
que mis muchas dudas han decidido ausentarse ahora que debían presentarse—comenté
algo apenado—. Podría preguntar acerca de sus intenciones o las intenciones de
la logia para con la nave de mi padre, pero sea como sea soy agradecido y sé
que con su ayuda podré recuperarla, por tanto no podré poner objeción alguna si
deciden emplearla de alguna manera.
Ella escuchó con atención
mis palabras mientras se llevaba la copa a los labios. Luego la barajeó entre
sus dedos, sosteniéndola entre los dedos corazón y anular de su mano.
—Ahora, quisiera yo
hacerle una sola pregunta… Sé mucho sobre usted, pero esto que deseo saber,
solo viniendo de sus labios podrá ser validado.
—Soy todo oídos, milady—dije
con curiosidad.
— ¿Confía usted en mi,
Duque Bastian?
—Confío en usted, Lady
Caterina—contesté a su pregunta si pensarlo dos veces.
—Apenas se ha acordado
de mí... Tal vez no sea la misma niña que creció con usted—dijo con
escepticismo— ¿Qué le hace pensar que no soy de la manera cómo piensa acerca de
Fei Tzung?
Como si se tratase de un
juego de póquer, ella había mostrado el calibre del juego que tenía entre sus
dedos, poniéndome vulnerable. Esta era la madre de todas las preguntas. Más me
valía contestarle bien. Barajee la copa entre mis dedos y le observé a los
ojos.
—Es cuestión de sentido
común. No creo que haya necesidad de tomarse tantas molestias para conmigo como
lo ha hecho usted... Los recuerdos que me ha generado, la comida, la amistad de
nuestros padres; el hecho de que haya traído a colación de que usted y yo
estemos “comprometidos” por acuerdo entre nuestras familias… A mi parecer son
demasiadas “molestias” para tomarse. Con respecto a ella también lo he pensado.
Pero lo que me hace dudar acerca de ella es una corazonada, algo que me insta a
trepidar sin mayor explicación. Lady Hikari y mi persona estamos completamente a
su merced aquí. Conociendo todo lo referente al Reina Alicia tal como me ha demostrado, puede prescindir de mi
cuando gustase. Que no lo haya hecho hasta ahora es lo que me hace confiar en
usted enteramente, más de lo que podría confiar en Fei Tzung.
Ella me observaba con atención,
sin más palabras que decir. Mi respuesta parecía haber quebrado lo capcioso de
sus preguntas. Revolvió una vez más el contenido de su copa, mientras el fulgor
de las velas se proyectaba en sus hipnóticos ojos.
—Debo decir que estoy
satisfecha con su respuesta… Sabía que no podía esperar menos de usted, mi
Duque. Sé que no podré hacerle cambiar de parecer acerca de la Srta. Tzung con
las pruebas que tengo, así que solo me queda esperar a que ella pueda
demostrarle que no hay nada que sea adverso a nuestro propósito en su estancia
junto a nosotros. Por un momento temí que no pudiera convencerme, ya que de no
haberlo hecho habría quedado en extremo decepcionada y hubiera tenido que reconsiderar
el acuerdo nupcial propuesto por nuestras familias.
El vino había surtido un
poco su efecto en mí, ya que al oír tales palabras no me exalté como en las
anteriores ocasiones. El resultado narcótico de aquel añejo néctar ibérico
parecía haber embriagado a las cacatúas dentro de mi cabeza, permitiéndome
pensar con suma serenidad acerca de esa posibilidad que me había embargado en
la sorpresa desde la primera vez que escuche tal propuesta provenir desde el
rubí de sus labios. Yo observaba con atención el rojo fulgor del vino en mi
copa.
—Vaya, entonces he
pasado de formas satisfactoria su prueba… Temía que mis palabras no fueran
bastante explicativas.
— ¿Temía usted que yo no
quisiera permitir más que me cortejara?—preguntó mirándome con picardía.
—En efecto, milady. Desde
que le vi, usted se ha vuelto alguien muy importante para mí… No ha dejado de
estar ni un solo instante en mis pensamientos. Todo esto que ha hecho y está
haciendo por mi ha calado hondo en mi corazón como no tiene idea y los
sentimientos que ha despertado me han hecho estar muy feliz de que usted me
considere apto para ser su prometido, a pesar de que aun deba ganarme su
corazón.
Ella puso su mano sobre la mía una vez más,
entrelazando sus dedos con los míos. Volteé, encontrándome con su mirada
directa hacia mis ojos. Como atraídos por una extraña fuerza magnética,
nuestros rostros se fueron acercando. La respiración se hacía entrecortada y
podíamos sentir el potente latido de los corazones en el interior. A pesar del
fulgor del vino, aun las inhibiciones estaban presentes. Más despiertos que
nunca, nuestros labios se siguieron acercando en lo que me parecía una infinita
carrera hacia aquel soñado contacto. Entonces, cuando creí que estaba hecho,
que por fin percibiría aquellos aterciopelados labios; en su lugar sentí una
fría y pulida textura. Entreabrí los ojos un poco, temiendo acerca de lo que
encontraría. Los abrí un poco más y pude notar lo que era. Mis labios estaban
posados sobre la fría y traslucida superficie de su copa.
Con la copa posada grácil entre sus dedos, me
miraba fijo a corta distancia con una picardía inigualable. Abrí los ojos. Como
atemorizada por mi reacción ante su travesura,
su expresión desapareció y fue presa de una profunda timidez que
coloreó su rostro. Ella se levantó del sillón con la copa entre sus dedos
y camino a paso veloz por el palco hacia la sala, dejándome desconcertado en
aquel sillón.
—Milady,
¡Espere por favor!—exclamé avergonzado.
Antes de que yo pudiera hacer algo más, Lady Caterina había atravesado
la gran puerta, abandonando la majestuosa sala. Mi corazón latía a la
velocidad digna de los pistones de una locomotora a todo vapor, mientras una
nube de desconcertantes emociones se cernía sobre mí. Me vi tan cerca y a la
vez tan lejos de su corazón, mientras las puertas de aquella fortaleza en mí
que yo pensaba inexpugnable ahora yacían abiertas de par en par y su contenido
había salido entre las manos de aquella tímida y bella doncella por esa gran
puerta.