lunes, 10 de diciembre de 2012

El Duque Pirata (Parte V) : Deus ex Machina: El Fuego II




Buenos/ Días/ Tardes noches, estimados lectores. Para esta semana, la siguiente parte de este intrigante relato. Que serán esas cosas que traen en la espalda? De donde han salido tan misteriosas y poderosas armas? Quien será ese enmascarado de plata y cuales serán sus intenciones con  Madame DalFavro, la alquimista? A pocos días del final del mundo las cosas se están poniendo cada ves mas intrigantes... Esperemos se puedan contestar todas estas preguntas a tiempo.


El Duque Pirata (Parte V)
Deus ex Machina: el Fuego II

El día transcurrió raudo, muy tranquilo en la villa. Madame Ivanna había abierto su negocio como era costumbre, mientras la feria continuaba su apogeo en las calles. Lady Hikari se había quedado tras bastidores en la carpa mientras yo, vestido un poco menos elegante me había dirigido al puerto a ver que otro dato de utilidad podía escuchar en las conversaciones indiscretas.
A mediados de la tarde la madame había tenido un breve receso, en donde aprovechó para leer las cartas del tarot. Lady Hikari aguardaba cerca de la puerta por mi regreso, mientras observaba a los viandantes pasar frente a la carpa con intermitencia. La madame estaba concentrada en su prestidigitación.  De repente notó como la tirada de cartas de repitió tres veces permitiéndole interpretar un mensaje alarmante, que por lo visto nos implicaba a los tres.
—Milady, me temo que debemos volver a casa en este instante—dijo levantando la mirada.
— ¿Qué ha sucedido, Ivanna - Sama?—preguntó la joven volteando a verle son sorpresa.
—Las cartas me han dicho algo muy poco favorable.
— ¿De qué se trata? ¿Qué ha sido?
—Acompáñeme, le explicaré en el camino.
La luz del sol fue disminuyendo gradual y al no escuchar nada relevante en toda la tarde me decidí a regresar a la villa. Volví a la carpa de la adivina, pero me encontré con que ya no estaban. En seguida recordé las otras vías alternas para llegar a la casa que me había explicado la madame antes de salir. Me dispuse a buscar la siguiente vía. Entre por uno de los zaguanes entre las casas y luego de unos minutos de caminata salí al bosque. Ingresé buscando los puntos de referencia hacia el camino mientras la tarde iba rauda en su proceso de degradación hacia la noche.
Aceleré el paso andando entre los árboles, cuando percibí algo viniendo del suroeste de mi posición. Minutos después una gran sombra opacó la luz de la luna sobre mi posición. Para mi sorpresa, lo que parecía ser globo aerostático surcaba silencioso el cielo sobre el bosque.
— ¿Un globo por aquí? ¿Será lo que estoy pensando?—susurré.
Esperé a que se adelantara lo suficiente y aprovechando la cobertura de los arboles seguí el paso de la aeronave. Recorrió varios metros más hasta llegar a un solar que estaba como a un kilómetro y medio de la casa. Detuvo su marcha justo en medio y de los bordes de la canasta se desplegaron unas cuerdas que llegaban hasta el suelo. En seguida comenzaron a descender de ellas unos hombres vestidos de negro. Fueron descendiendo de dos en dos, hasta completar una docena y media. Observé con atención y noté gracias al brillo que expulsaba la luz al reflejarse que algunos de ellos traían algo voluminoso y con forma de cilindro en la espalda, mientras otros solo traían algo muy similar a una fusil, pero con mas volumen.
Un sujeto más descendió de la canasta y se colocó frente al escuadrón. Los mismos desencajaron de las extrañas mochilas lo que parecía ser una pistola, conectado al artefacto de la espalda por una manguera. El resto empuñaron sus armas. El sujeto les dio una orden en lo que parecía ser alemán y uno le activó el equipo al otro. Luego de esto comenzaron su marcha hacia el otro extremo del claro, para ser exactos; en dirección hacia la villa. Visto esto me dirigí sigilosamente por el borde del bosque, buscando poder llegar primero que ellos a la casa.
Seguro de que no estaban conscientes de mi presencia, me moví lo más rápido que pude por el bosque, mientras la tropa avanzaba con sigilo entre los árboles. El camino parecía interminable mientras en mi mente se plantaba la terrorífica idea de que ellas no tenían ni idea del peligro que se avecinaba. La poca luz no me había dejado ver con claridad que era lo que portaban esos hombres, pero ni toda mi imaginación era suficiente para descifrar aquel misterio que se me hacía en extremo terrorífico. Luego de unos minutos y de acelerar con desespero el paso pude divisar la casa. Las luces  estaban apagadas y todo el lugar estaba sumergido en un profundo silencio. Me escurrí entre los arbustos y tratando de hacer el menor ruido posible y llegue hasta la puerta. Troné los dedos tres veces y la puerta se abrió.
Tras la puerta me esperaba Lady Hikari, sumamente nerviosa.
—Qué bueno que llego, Bastian - San… Estábamos preocupadas por usted—susurró temblorosa.
—Debemos irnos. Hay una docena y media de hombres viniendo hacia acá por el bosque. Considero que lo mejor es que no nos quedemos a averiguar de qué se trata.
Un ruido emanó del frente de la casa. Me asomé con cuidado por la ventana y pude verlos moviéndose entre los arbustos, tratando de ocultarse.
—Ya están aquí… ¿Donde está Madame Ivanna?
—Está en la parte de atrás. Ella vigilaba la puerta en caso de que usted apareciera por allá.
—Aquí estoy—susurró la madame—.Me temo que hay malas noticias. Vienen por la parte de atrás también. Vienen dispuestos a atraparme aquí.
Gomenasai, Ivanna - Sama. No debí haberle insistido que fuéramos a buscar las maletas. Lo he echado todo a perder—dijo ella bajando la cabeza con aflicción.
—No se culpe, milady. Usted no tiene la culpa de esto, era cuestión de tiempo para que me hallaran. He sido muy descuidada… Las cartas fueron muy claras conmigo esta tarde.
—Milady, madame… Absuelvan mi grosería, pero si ya acabaron de disculparse sería bueno que propusieran ideas para salir de esta situación—interrumpí mirando a ambas.
—Tengo un plan, Duque. Lo que no estoy segura es que pueda funcionar.
—Cuénteme.
—Hay una antigua red de túneles que pasan bajo esta casa y tenemos acceso a ellos en el sótano. Si nos están rodeando podríamos usarlos para salir.
—Me parece perfecto.
—El problema está en que si hay más en el bosque, puede que salgamos en algún punto que tengan controlado.
—Nos va a tocar arriesgarnos.
Los hombres alcanzaron el perímetro de la casa. La rodearon con rapidez, bloqueando las posibles salidas. Madame Ivanna me dio el bastón. Ella traía un rifle de su hombro.
—Vayan hacia el túnel. Yo les alcanzaré en un momento—susurré a ambas.
—Bastian - San. ¿Qué hará?—preguntó Lady Hikari con preocupación.
—Quiero ver de cerca a nuestros visitantes.
—Tome, por si se acaba la carga—dijo la madame proporcionándome una pistola de carcasa plateada—. Hálela hacia atrás y estará lista para disparar. Tiene quince disparos. Tome también estos cartuchos. Vaya a la cocina, en el piso esta la puerta al sótano, ahí encontrara la entrada del túnel dentro de un ropero.
—Listo. Ahora váyanse.
Ambas se fueron hacia la cocina. Ella se puso en cuclillas y levantó una pequeña escotilla, misma que mostraba unas escaleras que daban al sótano. Ambas bajaron rápido las escaleras y llegaron al citado ropero, a unos pasos adelante. Madame Ivanna abrió con una llave que traía del cuello la puerta del ropero. Adentro haló una  tabla y la pared se abrió como una puerta, dándoles paso hacia el túnel. Yo me dirigí con cuidado hacia el segundo piso en dirección a una de las habitaciones que tenían vista hacia el patio trasero. Me asomé con cuidado por una ventana y pude ver con claridad el despliegue de aquellos sujetos, notando que de aquellas pistolas que portaban salía una pequeña llama.
— ¿Cilindros en la espalda y llamas?… Será mejor que no los deje mostrarme para qué son esas cosas—susurré.
Escuche varios pasos en la parte exterior de la casa. Intentaban forzar las puertas.
—Creo que es el momento de usar esta cosa.
Me acomodé en la ventana y asomé el bastón a través de ella como si fuera la boca de un rifle. Apunté hacia uno de los que rodeaban la casa y portaban los mecheros. Quité el seguro y regulé la carga. Era una distancia considerable, pero esto solo sería una distracción que esperaba funcionara. Apreté el gatillo y la punta del bastón se iluminó. El relámpago se desplegó hacia el objetivo, impactando al hombre. Para mi sorpresa lo hizo estallar en una enorme bola de fuego. Pedazos de metal salieron volando cual metralla y los cilindros de quienes estaban cerca fueron alcanzados, provocándoles una fuga masiva que al entrar en contacto con las flamas les hizo estallar en llamas también, llamando la atención de todos y armando el caos en el patio.
¡Was zum Teufel war das!—gritó uno de los hombres.
¡Wein aus del zweiten Etage! ¡Betrit man das Haus!
Los hombres con los fusiles comenzaron a patear las puertas intentando forzarlas. Salí de la habitación y corrí por el pasillo intentando llegar a la planta baja. Bajé las escaleras lo más rápido que pude y cuando doblé hacia la cocina, la puerta del frente cayó. Irrumpieron en la casa y uno de ellos apretó el gatillo de su arma, rociando de balas el camino detrás de mí.
— ¡Rayos, que ha sido eso!—exclamé sorprendido.
Sin ánimos de averiguarlo llegué a la cocina. Antes de que pudiera entrar, noté que alguien irrumpía la puerta de atrás. Entraron dos sujetos y me vieron enseguida.
¡Da ist er!—gritaron.
Uno de ellos comenzó a disparar. Las balas me pasaron muy cerca cuando saltaba al interior de la cocina. Cerré la puerta de una patada y me escondí detrás de una gran mesa mueble que estaba en medio con la pistola en la mano, mientras buscaba en el suelo la mencionada puerta al sótano. Encontré la portezuela y le levanté. Llegaron a la puerta y la derribaron. Me deslicé por el piso hasta el otro extremo del mueble y apreté el gatillo, impactando certero al primero que entró, mismo que se fue de espaldas hacia el otro. Este lo uso como escudo y entró a la habitación.  Apretó el gatillo de su arma y roció de balas la esquina donde yo había aparecido justo después que me guarnecí tras el mueble. Asomado bajo este vi sus pies y disparé, impactándolo y derribándolo. Al ver su cara en el piso volví a disparar, impactándolo en el rostro y haciendo estallar su cabeza en pedazos.
Más de ellos fueron entrando a la casa al oír los disparos. Podía escuchar el estruendo de sus pesados pasos en los pisos de madera. Los hombres registraban el lugar en busca de quien fuera el responsable de aquellas detonaciones. Aprovechando mi momento de soledad me escabullí hacia el sótano y cerré la escotilla antes de que más de ellos entraran. Allí encontré el armario y la entrada al túnel.
El hombre a cargo de la operación se avecinó al edificio.
— ¿Has du sie gefunden?—preguntó.
Es gibt keine ein—contestó uno de los fusileros.
— ¡Zwei von uns sind der Kuche tot!
Sie mussen irgendwo versteckt… Lasst uns keine verschwenden. ¡Burn it all!  ¡Wenn es hier zu sein ist, um die Hexe zu verbrennen!
Los que habían entrado a la casa salieron de ella y los hombres con los mecheros se acercaron al edificio. Las ventanas fueron destruidas con las culatas de los fusiles y los sujetos con los mecheros halaron los gatillos, rociando de fuego el interior de la casa.
 Las llamas fueron ganando terreno con rapidez, consumiendo el interior de la casa y elevándose de forma considerable iluminando la negrura del bosque. Yo avanzaba por el túnel lo más rápido que pude hasta que sentí que me halaron hacia un lado del túnel. Ahí estaban escondidas ambas. Al habernos encontrado, decidimos seguir caminando hasta el final del túnel. Salimos a una distancia considerable de la casa, ya que podíamos ver a lo lejos el fulgor de las llamas. Sin mirar atrás continuamos unos pasos más y de repente, de entre los arboles surgieron tres figuras. Dos de ellos portaban aquellos fusiles y uno un mechero. Una suave voz se dirigió a nosotros.
—Deténgase ahí. Usted y el caballero dejen caer las armas al suelo y pongan las manos en alto, donde podamos verlas.
Sacó una pistola muy parecida a la que yo portaba y poniéndola en alto nos apuntó. El hombre con el mechero se mostró preocupado ante el inusual movimiento de su compañero.
¿Was machst du mit der Waffe? Wir haben der Befehl ihn am zu nehmen. ¿Wirs du sie beide zu toten?—preguntó.
Nicht ganz.
Ante nuestra sorpresa, el sujeto se movió con suavidad y le disparó en la cabeza al otro que llevaba el fusil, matándolo al instante. El del mechero intentó escapar pero al igual que su compañero, un tiro certero impactó su cráneo, dejándolo tendido en el suelo. Hecho esto el sujeto se quitó la máscara y el casco que portaba, dejándonos ver su apariencia. Se trataba de una misteriosa pero muy hermosa mujer.
—Madame DalFavro, Duque Bastian; Señorita... Tengan la amabilidad de recoger sus armas y acompañarme, por favor.
— ¿A dónde vamos?—pregunté.
—A un lugar seguro. No demoremos más y síganme.
Hicimos lo que nos pidió y la seguimos a través del bosque. La casa ardió en una enorme fogata, destruyendo todo en su interior ante la vista del misterioso escuadrón. Muy de madrugada, el hombre de la máscara plateada conocido como el Ingeniero se apersonó al lugar.
—Ingeniero... No lo esperaba por aquí—dijo el comandante de la operación.
—Claro que no. No suelo venir a estos espectáculos, pero tratándose de ella quise venir a ver personalmente… ¿La tienen?
—Lamento informarle que no pudimos hallarle. No estaba en la casa. Alguien le informó y escapó a tiempo por alguna parte.
—“Alguien le informó…” ¿Por qué no me siento extrañado al respecto?—dijo con ironía.
—Además de eso, alguien nos disparó una especie de rayo desde el segundo piso del inmueble, matando a tres de los lanzallamas. Sospechamos que fue el mismo que abatió a tiros a dos fusileros en la cocina.
— ¿Una especie de rayo dices?—preguntó mirándole fijamente.
—Así es, Ingeniero. Era como un relámpago.
— “El hombre elegante”—susurró.
Ante tal demostración para con nosotros, seguimos a la misteriosa mujer por el bosque obedientes hasta un apartado claro. Allí apostado nos esperaba un pequeño globo aerostático junto con su operario, muy similar al que había traído a aquellos hombres.
—Tengan toda la confianza de subir—dijo la mujer invitándonos a pasar—. No les haré daño y en cuanto estemos en lugar amigable, les explicaré lo que sucede…
— ¿Podemos al menos saber su nombre, señorita?—pregunté mirándole fijo.
—Por supuesto, Duque. Mi nombre es Fei Tzung.
Nos subimos a la canasta junto con nuestras cosas, acomodándonos en su interior. Fei Tzung le dio órdenes en chino al operario del globo. Este accedió a ellas dándole fuego al aire y luego de soltar lastre nos elevamos hacia el cielo.

Continuará...

lunes, 3 de diciembre de 2012

El Duque Pirata (Parte IV): Deus ex Machina: El Fuego I



Buenos Días/Tardes/Noches, estimados lectores. Iniciando este ultimo mes del año 2012 (Y a menos de 20 días de que se acabe el mundo una vez mas) y por cierto, en nuestro mes de aniversario como movimiento en nuestro bello Panamá, les traemos una nueva y emocionante parte del relato protagonizado por del Duque Bastian, quien aun sigue en la intrépida búsqueda de su nave. En este capitulo podemos decir que muchas dudas acerca de quien lo posee en estos momentos de la historia se saldarán y sobre todo, el terrible y abundante poder que se maneja entre las manos. Sin mas que decir, esperamos disfruten de este cuento que abre oficialmente nuestro mes de nacimiento como movimiento. 

El Duque Pirata (Parte IV)
Deus ex Machina: El Fuego I 

Después de la cena nuestra anfitriona nos había mostrado unas habitaciones para que pasáramos la noche en la villa. Lady Hikari había conseguido ponerse cómoda en la cama. A pesar de no estar acostumbrada a dormir al estilo occidental, aquellas semanas de viaje en la aeronave le habían obligado a amoldarse a su nueva situación de errante. Cerraba los ojos y se quedaba dormida en cuestión de segundos, como si lo que fuese a suceder al día siguiente no le causara la más mínima preocupación. Haberle visto dormir así durante el viaje me solía causar algo de envidia. A mí me había costado mucho conciliar el sueño última instancia. Por mi mente solían cruzar las escenas de aquella noche una y otra vez como si se tratase de una película, que cual llama hacían arder mi carácter. La incertidumbre solía ser el carbón que palada tras palada a la caldera mantenía aquel sentimiento con la misma vivacidad día tras día y me espantaba por completo el sueño.
Mientras la noche avanzaba yo me había apostado en el balcón fuera de mi habitación, misma que estaba al lado de en donde mi socia dormía  con placidez. Desde allí podía observar con claridad las luces de la ciudad, cuya vivacidad alimentada por el gas que recorría las tuberías subterráneas habían resaltar toda la costa a lo largo de varios kilómetros, opacando inclusive las siempre vivas luces de las estrellas.
Yacía sumergido en mis meditaciones mientras el humo se escurría de mi cigarro en una suave columna hacia las nubes. Si, en efecto suelo fumar; pero solo lo hago rara y ocasional vez gracias al hábito que solía crear la alta sociedad de tratar temas de importancia acompañados de finos cigarros hechos de tabaco de las Américas. En este caso lo hacía para meditar acerca de la situación en la que junto con mi compañera de viaje me encontraba. La explicación que nos había dado nuestra anfitriona era el tema central de mis pensamientos. A pesar de que ya conocíamos nombres y teníamos sospechosos potenciales, en mi interior aun sentía que estábamos alejándonos cada vez más de la verdad.
— ¿No puede dormir, Duque Bastian?
Observé a mi izquierda y ahí estaba la madame con una linterna en su mano.
—Para nada… ¿Le importa si fumo?— dije algo avergonzado.
—Pierda cuidado. Dormir tampoco ha sido mi mejor actividad estos últimos meses. He pasado muchas noches en vela desde que todo esto comenzó.
—Yo he estado igual. Creo que cuando más dormí fue cuando conocí a Lady Hikari. No estaría aquí si no fuera por ella.
— ¿En serio? ¿Cómo fue eso?—preguntó con curiosidad.
—Cuando secuestraron al Reina Alicia, no tuve de otra que saltar al mar. Fue una altura enorme, aun hoy en día no me explico cómo no acabé con el cuello roto y en el fondo del océano. No sé cuánto tiempo estuve en el mar pero desperté tres días después que me hallaron, en el barco pesquero que ella capitaneaba.
— ¿Capitaneaba un barco?—reaccionó sorprendida.
—Aunque usted no lo crea, madame... Ella es asombrosa. Eso y su intuición ha sido lo que nos ha traído hasta aquí. Siempre que puede me pregunta como es la nave y yo le empiezo a contar, sus ojos se iluminan como soles. Por lo visto pilotearla se ha convertido en su más ferviente sueño.
— ¿Va a permitirle que lo cumpla?
—Ella se lo ha ganado a pulso. A pesar de lo complicada que es aun para mí que la vi ser modificada desde cero, confió que ella se adueñe de esos controles en la primera vez que los vea.
—A pesar de lo que te agobia, veo que en el fondo tienes mucha fe en que vas a recuperarla.
—Fe, deseos, ambición; tal vez hay muchas palabras para describir la voluntad. Hoy en día hay muchas cosas que me preocupan al respecto de esta misión… Siento que cada día son más. No temo tanto por mi vida, sino por la de ella. Al menos conocerle a usted ha arrojado un poco de luz a esta búsqueda. Hasta antes de entrar a su tienda estábamos mas fuera de lugar que monja en un burdel.
—Jajajaja ¡Que buen sentido del humor tiene usted, Duque! Eso es muy bueno. A pesar de eso, puedo ver en sus ojos que aun se siente perdido, que todo lo que le he dicho lo ha extraviado más que ayudarle a encontrar una dirección viable.
—Por lo visto es imposible ocultarle algo, madame.
—Yo no diría imposible. Mejor calificaría en este caso la palabra difícil. El cuerpo da muchas señales, solo hay que saber interpretarlas y se podrá saber todo acerca de esa persona sin necesidad de dirigirle la palabra… Yo le aconsejo que no se preocupe tanto. Mejor ocúpese, trabaje con lo que tiene en vez de esperar por lo que no tiene. Vacié su tasa de todas esas dudas y llénela con afirmaciones. La gente con la que estamos lidiando está muy segura de lo que quiere y lo que anda buscando. Si quiere ganar tiene que estar mucho más seguro y enfocado. Ahora recuéstese, estoy segura que apenas lo haga su cuerpo se encargará de hacer el resto. Lady Hikari y yo lo necesitamos fuerte para mañana. Que tenga buenas noches, Duque.
—Pase usted muy buena noche, madame.
Obedeciéndole de forma incondicional  me dirigí a la habitación. Me aflojé las polainas, las botas y me recosté en la cama. En cuestión de segundos me desconecté del mundo sin darme cuenta me quedé dormido.
El sol se asomó sobre las montañas y su luz atravesó los traslucidos cristales de las ventanas. Me levanté sin el mayor esfuerzo, sintiéndome mejor que nunca. Había sido la mejor noche de descanso que había tenido en semanas. En seguida recordé nuestras maletas, mismas que habíamos dejado en el barco. Observé a un costado de la cama y ahí estaban las mías. Luego de asearme bajé a la cocina. Ahí estaban ambas.  Por lo visto se habían levantado muy temprano.
—Buenos días, Bastian - San.
—Buenos días, milady. Buenos días, madame.
—Buenos días Duque. ¿Listo para desayunar? Lady Hikari se ha levantado muy temprano y nos preparó un desayuno japonés. Cuando desperté ya todo estaba listo.
—Bastian - San, Ivanna - Sama; Pasen a la mesa, por favor— dijo ella inclinándose.
Ante nosotros había un amplio banquete. Ella se sentó y luego de bendecir los alimentos comenzamos a comer.
—Milady. ¿Fue usted por las maletas al puerto?—pregunté con curiosidad.
—Así es, Bastian - San. Me preocupaba tenerlas allá en la estación. Puede ser que los guarda equipajes brinden mucha seguridad, pero una nunca sabe.
— ¿Fue usted sola?
—No. Ivanna - Sama me acompañó. Pensé en despertarle para que viniera conmigo, pero no quise entrar a su habitación e importunarle al ver que usted dormía tan plácido. Sé que no ha dormido bien estas últimas semanas y se me hizo una maldad despertarle.
—Entiendo. Gracias por este gesto, milady. Por cierto, está muy delicioso todo.
—En esto estoy muy de acuerdo con el Duque—agregó la madame agradada por el sabor de la comida.
— ¡Estoy muy feliz que les haya gustado! Comamos, no quiero que se nos vaya a enfriar.
—Luego de que terminemos les mostraré lo que les dije anoche. Necesitaré que traiga su bastón, Duque.
Al terminar el espectacular banquete subí a buscarlo y luego me dirigí junto a ellas a una habitación que había en la planta baja de la casa, justo frente a la puerta de la cocina. Al entrar nos encontramos ante un laboratorio. Varios pizarrones colgaban de las paredes y sobre ellos, un sinnúmero de notas con dibujos y formulas matemáticas. Había una mesa adornada por un intrincado sistema de tubos y envases de cristal, dentro de los cuales líquidos de distintos colores hervían y se pasaban a otros tubos con cierta armonía.
—Bienvenidos a mi humilde laboratorio. ¿Me permite el bastón, Duque?
—Por supuesto.
Sin mayor duda se lo entregué. Ella lo observó detenidamente por unos segundos, recorriendo con sus ojos cada centímetro y recodo del mismo. Al terminar su inspección lo colocó sobre la mesa.
—Por lo visto está en buen estado. Por lo que veo la caída desde el dirigible no daño ninguna de sus partes. Lo que no trae es la batería. No lo ha usado en su otra función, ¿Cierto Duque?
Debo señalar que aquel bastón y yo hemos andado muy juntos, pero siendo honestos éramos un par de desconocidos. Mi padre era quien solía portarlo siempre y no se había tomado la molestia de explicarme sus funciones. Lo que sabía de él era solo lo que había visto cuando estaba a bordo del Reina Alicia.
—No tengo la menor idea de a que otra función se refiere—dije cruzándome de brazos.
—Lo imaginé. No se preocupe, Duque. Me encargaré de educarle al respecto de este artefacto.
—Se lo agradeceré mucho… Mi padre me encargó protegerlo con la vida. Es algo frustrante no saber a totalidad para qué cosas sirve.
—Preste mucha atención. Su apariencia de bastón es simplemente estética. Ante sus ojos tiene la más pequeña y novedosa de las inteligencias mecánicas. Funciona como el regulador principal de presión, como válvula principal y gestor de ignición. Sin esta pieza, el Reina Alicia no puede moverse porque no tendrá presión de vapor ni energía. El circuito de válvulas estará incompleto y los dínamos no tendrán la carga inicial que amplificarán para poder alcanzar el voltaje necesario para alimentar todos los sistemas de armas y de propulsión.
  La madame abrió uno de los cajones de la mesa y sacó una pequeña pieza de un color dorado cobrizo. Tenía una forma trapezoide, decorada con pequeñas muescas cilíndricas a lo ancho. Nos la mostró deteniéndola en medio de la palma de su mano, permitiéndonos grabarnos su forma para futuras referencias.
—Esta es la “batería” a la que me refería, Duque. Bueno, una de ellas. Si no se perdió en el mar, en la nave debe estar la otra.
— ¿Cuántas hay en existencia?
—Solo tenemos las dos mencionadas. Están fabricadas con un extraño material que tiene una capacidad única de recargarse y almacenar energía.
Ella tomó el pequeño cartucho y lo adaptó al bastón, un poco más debajo de donde estaba el gatillo. En seguida la flecha en el medidor en el mango del bastón se movió, indicando la potencia que había en la batería.
—Vayamos afuera—agregó la madame—. Lo que sigue es mejor que lo vean en la práctica. Por favor, no olviden sus googles.
Le seguimos obedientes hacia el patio trasero de la villa como pequeños que siguen a su maestra en una excursión. Al llegar allá nos encontramos en un amplio solar. Calculé yo como unos noventa metros hasta donde empezaban los arboles. Habían pilas de leña, fardos de heno y alfalfa distribuidos en paralelo por el campo con espacios de veinte metros entre cada línea.  La madame se me acercó y me entregó el bastón.
—Muy bien, Duque. Colóquese los googles y empuñe el bastón como si fuera un rifle. Luego apunte a uno de esos fardos de la primera línea.
Hice exacto lo que me pidió.
— ¿Ve esa pequeña palanca plateada en la parte de adentro del área del gatillo? Bájela. Ahora mueva la que está delante de esa hasta el primer punto.
—Listo, madame.
—Milady, póngase los googles por favor—dijo volteando a verle— Duque, ahora apunte al fardo y hale del gatillo.
Halé del gatillo y la punta del bastón se iluminó. Un poderoso destello emanó de ella como un relámpago, impactando el fardo y haciéndolo explotar en llamas ante nuestra sorpresa. Enseguida bajé el bastón y moví la primera palanca asegurando el gatillo.
—Por Dios… ¿Que ha sido eso?—pregunté espantado levantando mis googles.
—Eso, milady, Duque; es el poder de este bastón. Tu padre y yo lo ideamos para darle carga al Reina Alicia, pero también inventamos un bastón lanza rayos sin querer.
—Estoy sorprendido… ¿Cuántos rayos puedo lanzar con esta batería?
—Eso depende de la distancia a la que lo programe. Si lo programa para objetivos cercanos tendrá para varios disparos, de lo contrario solo tendrá uno o dos chances hasta que el medidor llegue a cero. Cuando eso pase necesitará un par de horas para que la carga vuelva a ser útil. El medidor le indicará cuanta carga te queda.
Yo observaba aquel artefacto sorprendido, mientras el objetivo al que le había disparado ardía con fuerza elevando una gruesa pared de humo hacia las nubes. Me era difícil creer que le había llevado conmigo todo este tiempo sin conocer su devastador potencial.
Mientras tanto, una reunión bastante particular se daba en el restaurante de un lujoso hotel en las cercanías del puerto. Un hombre de larga gabardina negra aguardaba a ser atendido. Junto a él estaban lo que parecían ser unos guardaespaldas. Frente a ellos estaba la puerta de un lujoso cubículo, mismo que eran mesas privadas que las personas pudientes podían alquilar para comer y fumar sin tener que codearse con el resto de los consumidores. En seguida, un chasquido se oyó y la puerta se abrió, permitiéndole entrar al misterioso engabardinado. 
Sentado tras la mesa estaba un hombre muy elegante, de traje de etiqueta y sombrero de copa. Lo llamativo eran sus manos y su rostro, cubiertas por guantes metálicos y una máscara de plata muy similar a las del carnaval, a través de la cual solo alcanzaba a ver sus ojos.
—La he encontrado, Ingeniero—dijo el engabardinado.
El hombre sacó de sus bolsillos un sobre de cuero y los puso sobre la mesa. En seguida abrió la solapa y extrajo el contenido del mismo, desplegándolo sobre la mesa. Una serie de fotografías mecánicas estaban frente a él y quienes aparecían en ellas no eran otras que Lady Hikari y Madame Ivanna. El enmascarado observó las imágenes por encima, moviendo sus ojos  de un lado a otro a lo largo de las aperturas en la argentada caratula.
— ¿Son recientes estas imágenes?—preguntó revisándolas con detenimiento.
—De muy temprano en la mañana. Les vi en las paqueteras del puerto, venía acompañando a esta señorita, que no tengo la menor idea de quién es.
—Interesante... ¿Sabe de dónde venían o a donde se fueron?
—Traté de averiguar sobre la señorita, pero según dijeron había llegado a puerto ayer con un caballero muy elegante.
— ¿Un caballero muy elegante?
—Así es. Algunos insinuaron que se parecía al Duque de Labarca hijo. Hace unas semanas se corría el rumor de que se le había visto en el puerto de Kyoto.
— “Interesante. En la última transmisión que recibí de los Cavaldi, Fabrizzio comentó que había saltado del navío desde una gran altura, perdiéndose en la negrura del océano. ¿Será posible que este vivo?”—pensó el Ingeniero llevándose la mano a la barbilla.
—No habían enviado sus maletas a ningún lugar porque no se les notificó que se hubieran hospedado en algún hotel. En vista de ello decidí seguirlas. Traté de ocultarme lo más posible. La madame parecía tener ojos en la espalda, no dejaba de cuidar sus pasos. Les seguí por las calles hasta que se introdujeron por un solar y llegaron a un bosque no muy lejos de aquí. El camino se hizo en extremo sinuoso y les perdí. Intente dar con ellas, pero me fue imposible. Cabe destacar que al subirme a un árbol divisé una villa. Estuve investigando y no hay muchas por esa área.
—Gracias por este informe, caballero—dijo el Ingeniero—.Han sido de mucha ayuda sus servicios. Por favor, tome su paga.
Uno de los guardas que estaba dentro del cubículo sacó un sobre de su chaleco, entregándoselo. El espía salió, cerrando la puerta tras de sí. El misterioso enmascarado siguió observando los papeles, muy seguro de que quien aparecía ahí era a quien estaba buscando.
— ¿Cuáles son sus órdenes, Ingeniero?—preguntó uno de los hombres.
—Quiero que se preparen para esta noche. Irán a hacer un asado al bosque.
— ¿Vivos o muertos?
—A ella la quiero viva. A los otros dos, mátenlos.
—Así se hará, Ingeniero.

  Continuará...