Buenos/ Días/ Tardes noches, estimados lectores. Para esta semana, la siguiente parte de este intrigante relato. Que serán esas cosas que traen en la espalda? De donde han salido tan misteriosas y poderosas armas? Quien será ese enmascarado de plata y cuales serán sus intenciones con Madame DalFavro, la alquimista? A pocos días del final del mundo las cosas se están poniendo cada ves mas intrigantes... Esperemos se puedan contestar todas estas preguntas a tiempo.
El
Duque Pirata (Parte V)
Deus
ex Machina: el Fuego II
El día
transcurrió raudo, muy tranquilo en la villa. Madame Ivanna había abierto su
negocio como era costumbre, mientras la feria continuaba su apogeo en las
calles. Lady Hikari se había quedado tras bastidores en la carpa mientras yo,
vestido un poco menos elegante me había dirigido al puerto a ver que otro dato
de utilidad podía escuchar en las conversaciones indiscretas.
A mediados de la tarde la madame había tenido un breve receso, en
donde aprovechó para leer las cartas del tarot. Lady Hikari aguardaba cerca de
la puerta por mi regreso, mientras observaba a los viandantes pasar frente a la
carpa con intermitencia. La madame estaba concentrada en su prestidigitación. De repente notó como la tirada de cartas de
repitió tres veces permitiéndole interpretar un mensaje alarmante, que por lo
visto nos implicaba a los tres.
—Milady, me temo que debemos volver a casa en este instante—dijo
levantando la mirada.
— ¿Qué ha sucedido, Ivanna - Sama?—preguntó
la joven volteando a verle son sorpresa.
—Las cartas me han dicho algo muy poco favorable.
— ¿De qué se trata? ¿Qué ha sido?
—Acompáñeme, le explicaré en el camino.
La luz del sol fue disminuyendo gradual y al no escuchar nada
relevante en toda la tarde me decidí a regresar a la villa. Volví a la carpa de
la adivina, pero me encontré con que ya no estaban. En seguida recordé las
otras vías alternas para llegar a la casa que me había explicado la madame
antes de salir. Me dispuse a buscar la siguiente vía. Entre por uno de los
zaguanes entre las casas y luego de unos minutos de caminata salí al bosque.
Ingresé buscando los puntos de referencia hacia el camino mientras la tarde iba
rauda en su proceso de degradación hacia la noche.
Aceleré el paso andando entre los árboles, cuando percibí algo
viniendo del suroeste de mi posición. Minutos después una gran sombra opacó la
luz de la luna sobre mi posición. Para mi sorpresa, lo que parecía ser globo
aerostático surcaba silencioso el cielo sobre el bosque.
— ¿Un globo por aquí? ¿Será lo que estoy pensando?—susurré.
Esperé a que se adelantara lo suficiente y aprovechando la
cobertura de los arboles seguí el paso de la aeronave. Recorrió varios metros
más hasta llegar a un solar que estaba como a un kilómetro y medio de
la casa. Detuvo su marcha justo en medio y de los bordes de la canasta se
desplegaron unas cuerdas que llegaban hasta el suelo. En seguida comenzaron a
descender de ellas unos hombres vestidos de negro. Fueron descendiendo de dos
en dos, hasta completar una docena y media. Observé con atención y noté gracias
al brillo que expulsaba la luz al reflejarse que algunos de ellos traían algo
voluminoso y con forma de cilindro en la espalda, mientras otros solo traían
algo muy similar a una fusil, pero con mas volumen.
Un sujeto más descendió de la canasta y se colocó frente al
escuadrón. Los mismos desencajaron de las extrañas mochilas lo que parecía ser
una pistola, conectado al artefacto de la espalda por una manguera. El resto
empuñaron sus armas. El sujeto les dio una orden en lo que parecía
ser alemán y uno le activó el equipo al otro. Luego de esto
comenzaron su marcha hacia el otro extremo del claro, para ser exactos; en
dirección hacia la villa. Visto esto me dirigí sigilosamente por el borde del
bosque, buscando poder llegar primero que ellos a la casa.
Seguro de que no estaban conscientes de mi presencia, me moví lo
más rápido que pude por el bosque, mientras la tropa avanzaba con sigilo entre
los árboles. El camino parecía interminable mientras en mi mente se plantaba la
terrorífica idea de que ellas no tenían ni idea del peligro que se avecinaba.
La poca luz no me había dejado ver con claridad que era lo que portaban esos
hombres, pero ni toda mi imaginación era suficiente para descifrar aquel misterio
que se me hacía en extremo terrorífico. Luego de unos minutos y de acelerar con
desespero el paso pude divisar la casa. Las luces estaban apagadas y todo
el lugar estaba sumergido en un profundo silencio. Me escurrí entre los
arbustos y tratando de hacer el menor ruido posible y llegue hasta la puerta.
Troné los dedos tres veces y la puerta se abrió.
Tras la puerta me esperaba Lady Hikari, sumamente nerviosa.
—Qué bueno que llego, Bastian - San… Estábamos preocupadas por usted—susurró temblorosa.
—Debemos irnos. Hay una docena y media de hombres viniendo hacia acá
por el bosque. Considero que lo mejor es que no nos quedemos a averiguar de qué
se trata.
Un ruido emanó del frente de la casa. Me asomé con cuidado por la
ventana y pude verlos moviéndose entre los arbustos, tratando de ocultarse.
—Ya están aquí… ¿Donde está Madame Ivanna?
—Está en la parte de atrás. Ella vigilaba la puerta en caso de que
usted apareciera por allá.
—Aquí estoy—susurró la madame—.Me temo que hay malas noticias.
Vienen por la parte de atrás también. Vienen dispuestos a atraparme aquí.
—Gomenasai, Ivanna - Sama.
No debí haberle insistido que fuéramos a buscar las maletas. Lo he echado todo
a perder—dijo ella bajando la cabeza con aflicción.
—No se culpe, milady. Usted no tiene la culpa de esto, era
cuestión de tiempo para que me hallaran. He sido muy descuidada… Las cartas
fueron muy claras conmigo esta tarde.
—Milady, madame… Absuelvan mi grosería, pero si ya acabaron de
disculparse sería bueno que propusieran ideas para salir de esta
situación—interrumpí mirando a ambas.
—Tengo un plan, Duque. Lo que no estoy segura es que pueda
funcionar.
—Cuénteme.
—Hay una antigua red de túneles que pasan bajo esta casa y tenemos
acceso a ellos en el sótano. Si nos están rodeando podríamos usarlos para
salir.
—Me parece perfecto.
—El problema está en que si hay más en el bosque, puede que
salgamos en algún punto que tengan controlado.
—Nos va a tocar arriesgarnos.
Los hombres alcanzaron el perímetro de la casa. La
rodearon con rapidez, bloqueando las posibles salidas. Madame Ivanna me dio el
bastón. Ella traía un rifle de su hombro.
—Vayan hacia el túnel. Yo les alcanzaré en un momento—susurré a
ambas.
—Bastian - San. ¿Qué
hará?—preguntó Lady Hikari con preocupación.
—Quiero ver de cerca a nuestros visitantes.
—Tome, por si se acaba la carga—dijo la madame proporcionándome una
pistola de carcasa plateada—. Hálela hacia atrás y estará lista para disparar.
Tiene quince disparos. Tome también estos cartuchos. Vaya a la cocina, en el
piso esta la puerta al sótano, ahí encontrara la entrada del túnel dentro de un
ropero.
—Listo. Ahora váyanse.
Ambas se fueron hacia la cocina. Ella se puso en cuclillas y
levantó una pequeña escotilla, misma que mostraba unas escaleras que daban al
sótano. Ambas bajaron rápido las escaleras y llegaron al citado ropero, a unos
pasos adelante. Madame Ivanna abrió con una llave que traía del cuello la
puerta del ropero. Adentro haló una tabla y la pared se abrió como una
puerta, dándoles paso hacia el túnel. Yo me dirigí con cuidado hacia el segundo
piso en dirección a una de las habitaciones que tenían vista hacia el patio
trasero. Me asomé con cuidado por una ventana y pude ver con claridad el
despliegue de aquellos sujetos, notando que de aquellas pistolas que portaban
salía una pequeña llama.
— ¿Cilindros en la espalda y llamas?… Será mejor que no los deje
mostrarme para qué son esas cosas—susurré.
Escuche varios pasos en la parte exterior de la casa. Intentaban
forzar las puertas.
—Creo que es el momento de usar esta cosa.
Me acomodé en la ventana y asomé el bastón a través de ella como
si fuera la boca de un rifle. Apunté hacia uno de los que rodeaban la casa y
portaban los mecheros. Quité el seguro y regulé la carga. Era una distancia
considerable, pero esto solo sería una distracción que esperaba funcionara.
Apreté el gatillo y la punta del bastón se iluminó. El relámpago se desplegó
hacia el objetivo, impactando al hombre. Para mi sorpresa lo hizo estallar en
una enorme bola de fuego. Pedazos de metal salieron volando cual metralla y los
cilindros de quienes estaban cerca fueron alcanzados, provocándoles una fuga
masiva que al entrar en contacto con las flamas les hizo estallar en llamas
también, llamando la atención de todos y armando el caos en el patio.
— ¡Was zum Teufel war das!—gritó
uno de los hombres.
— ¡Wein aus del zweiten
Etage! ¡Betrit man das Haus!
Los hombres con los fusiles comenzaron a patear las puertas
intentando forzarlas. Salí de la habitación y corrí por el pasillo intentando
llegar a la planta baja. Bajé las escaleras lo más rápido que pude y cuando
doblé hacia la cocina, la puerta del frente cayó. Irrumpieron en la casa y uno
de ellos apretó el gatillo de su arma, rociando de balas el camino detrás de
mí.
— ¡Rayos, que ha sido eso!—exclamé sorprendido.
Sin ánimos de averiguarlo llegué a la cocina. Antes de que pudiera
entrar, noté que alguien irrumpía la puerta de atrás. Entraron dos sujetos y me
vieron enseguida.
— ¡Da ist er!—gritaron.
Uno de ellos comenzó a disparar. Las balas me pasaron muy cerca
cuando saltaba al interior de la cocina. Cerré la puerta de una patada y me
escondí detrás de una gran mesa mueble que estaba en medio con la pistola en la
mano, mientras buscaba en el suelo la mencionada puerta al sótano. Encontré la
portezuela y le levanté. Llegaron a la puerta y la derribaron. Me deslicé por
el piso hasta el otro extremo del mueble y apreté el gatillo, impactando certero
al primero que entró, mismo que se fue de espaldas hacia el otro. Este lo uso
como escudo y entró a la habitación. Apretó el gatillo de su arma y roció
de balas la esquina donde yo había aparecido justo después que me guarnecí tras
el mueble. Asomado bajo este vi sus pies y disparé, impactándolo y
derribándolo. Al ver su cara en el piso volví a disparar, impactándolo en el
rostro y haciendo estallar su cabeza en pedazos.
Más de ellos fueron entrando a la casa al oír los disparos. Podía
escuchar el estruendo de sus pesados pasos en los pisos de madera. Los hombres
registraban el lugar en busca de quien fuera el responsable de aquellas
detonaciones. Aprovechando mi momento de soledad me escabullí hacia el sótano y
cerré la escotilla antes de que más de ellos entraran. Allí encontré el armario
y la entrada al túnel.
El hombre a cargo de la operación se avecinó al edificio.
— ¿Has du sie gefunden?—preguntó.
—Es gibt keine ein—contestó
uno de los fusileros.
— ¡Zwei von uns sind der Kuche tot!
—Sie
mussen irgendwo versteckt… Lasst uns keine verschwenden. ¡Burn it all! ¡Wenn es hier zu sein ist, um die Hexe zu verbrennen!
Los que habían entrado a la casa salieron de ella y los hombres
con los mecheros se acercaron al edificio. Las ventanas fueron destruidas con
las culatas de los fusiles y los sujetos con los mecheros halaron los gatillos,
rociando de fuego el interior de la casa.
Las llamas fueron ganando terreno con rapidez, consumiendo
el interior de la casa y elevándose de forma considerable iluminando la negrura
del bosque. Yo avanzaba por el túnel lo más rápido que pude hasta que sentí que
me halaron hacia un lado del túnel. Ahí estaban escondidas ambas. Al habernos
encontrado, decidimos seguir caminando hasta el final del túnel. Salimos a una
distancia considerable de la casa, ya que podíamos ver a lo lejos el fulgor de
las llamas. Sin mirar atrás continuamos unos pasos más y de repente, de entre los
arboles surgieron tres figuras. Dos de ellos portaban aquellos fusiles y uno un
mechero. Una suave voz se dirigió a nosotros.
—Deténgase ahí. Usted y el caballero dejen caer las armas al suelo
y pongan las manos en alto, donde podamos verlas.
Sacó una pistola muy parecida a la que yo portaba y poniéndola en
alto nos apuntó. El hombre con el mechero se mostró preocupado ante
el inusual movimiento de su compañero.
—¿Was
machst du mit der Waffe? Wir haben der Befehl ihn am
zu nehmen. ¿Wirs du sie beide zu toten?—preguntó.
—Nicht ganz.
Ante nuestra sorpresa, el sujeto se movió con suavidad y le
disparó en la cabeza al otro que llevaba el fusil, matándolo al instante. El
del mechero intentó escapar pero al igual que su compañero, un tiro certero
impactó su cráneo, dejándolo tendido en el suelo. Hecho esto el sujeto se
quitó la máscara y el casco que portaba, dejándonos ver su apariencia. Se
trataba de una misteriosa pero muy hermosa mujer.
—Madame DalFavro, Duque Bastian; Señorita... Tengan la amabilidad
de recoger sus armas y acompañarme, por favor.
— ¿A dónde vamos?—pregunté.
—A un lugar seguro. No demoremos más y síganme.
Hicimos lo que nos pidió y la seguimos a través del bosque. La
casa ardió en una enorme fogata, destruyendo todo en su interior ante la vista
del misterioso escuadrón. Muy de madrugada, el hombre de la máscara plateada
conocido como el Ingeniero se apersonó al lugar.
—Ingeniero... No lo esperaba por aquí—dijo el comandante de la
operación.
—Claro que no. No suelo venir a estos espectáculos, pero
tratándose de ella quise venir a ver personalmente… ¿La tienen?
—Lamento informarle que no pudimos hallarle. No estaba en la casa.
Alguien le informó y escapó a tiempo por alguna parte.
—“Alguien le informó…” ¿Por qué no me siento extrañado al
respecto?—dijo con ironía.
—Además de eso, alguien nos disparó una especie de rayo desde el
segundo piso del inmueble, matando a tres de los lanzallamas. Sospechamos que
fue el mismo que abatió a tiros a dos fusileros en la cocina.
— ¿Una especie de rayo dices?—preguntó mirándole fijamente.
—Así es, Ingeniero. Era como un relámpago.
— “El hombre elegante”—susurró.
Ante tal demostración para con nosotros, seguimos a la misteriosa
mujer por el bosque obedientes hasta un apartado claro. Allí apostado nos
esperaba un pequeño globo aerostático junto con su operario, muy similar al que
había traído a aquellos hombres.
—Tengan toda la confianza de subir—dijo la mujer invitándonos a
pasar—. No les haré daño y en cuanto estemos en lugar amigable, les explicaré
lo que sucede…
— ¿Podemos al menos saber su nombre, señorita?—pregunté mirándole
fijo.
—Por supuesto, Duque. Mi nombre es Fei Tzung.
Nos subimos a la canasta
junto con nuestras cosas, acomodándonos en su interior. Fei Tzung le dio
órdenes en chino al operario del globo. Este accedió a ellas dándole fuego al
aire y luego de soltar lastre nos elevamos hacia el cielo.
Continuará...