sábado, 8 de junio de 2013

El Duque Pirata (Parte X): La Fortaleza Inexpugnable (Parte I)


Buenos Días/Tardes/Noches, estimados lectores Steampunkers. Los hemos tenido un poco abandonados con nuestros relatos, pero lo importante es que aunque el tiempo se haya vuelto un poco irregular entre las entregas, siempre estaremos publicando algo nuevo para su deleite. El día de hoy celebramos el Día Internacional del Steampunk y para festejar les traemos una parte mas del relato que tanto les ha gustado y se ha convertido en la serie oficial de este blog: el Duque Pirata. El misterio se ha vuelto algo muy recurrente en esta serie, mas la luz ya esta llegando sobre las interrogantes mas oscuras y que nos han tenido cuestionándonos todos estos meses... Pero Lady Caterina esta aquí. Podrá ella decirle al Duque Bastian lo que desea saber con tantas ansias? Averiguémoslo a continuación.


El Duque Pirata (Parte X)
La Fortaleza Inexpugnable (Parte I)

Luego de la reunión en el sótano, todos habíamos subido a nuestras habitaciones. Después de refrescarme, continúe observando los folletos que nos había entregado Fei Tzung. Mi desconfianza para con ella se había convertido en algo automático, como una reacción alérgica a su persona que me era imposible evitar. Línea por línea buscaba un cabo suelto, algo que pudiera usar para cuestionarla. Para mi sorpresa, el plan era excelente. Parecía haber sido calculado con una frialdad única, una seguridad soberbia de que ningún factor podía hacer que fallara. Sus cálculos eran precisos, sumamente calibrados y aceitados como los engranajes de un reloj. Parecía desatender por completo cualquier oposición o variable que pudieran presentar nuestros contrarios, como si nuestros rivales fueran unos ladronzuelos primerizos de callejón.
Se me hacia inquietante la manera como los había despreciado. Mi mente quería especular, pero preferí frenarla de inmediato. Debía aceptar de una vez por todas que ella era el único medio que poseía en estos momentos para recuperar mi nave y en el mejor de los casos, a mi padre. Era quien nos había salvado de la emboscada en la casa de la madame y encaminado de forma segura y final hacia nuestro objetivo. Si ella forma parte de esta misteriosa logia… ¿Por qué tomarse la molestia de montar ese teatro de matar a sus compañeros ante nuestros ojos y ayudarnos a escapar para luego llevarnos a las fauces de los lobos? Todo este asunto intrigante. Mi mente estaba tan llena de preguntas que sentía que estaba próximo a ahogarme en ellas… Eso era algo que no podía permitir. Observé mi reloj de bolsillo y noté que ya casi era la hora de la cena. Mientras salíamos de la reunión, Lady Caterina me había apartado del resto por unos instantes.
—Duque, lo noté algo exaltado en la junta—dijo con voz suave.
—Me disculpo si eso la ha incomodado de alguna manera, milady—respondí avergonzado—. Este asunto es algo que me pone los nervios de punta, sobretodo porque sé muy poco sobre ustedes y ustedes parecen saber mucho más de lo que yo.
—Creo que de cierta manera entiendo su molestia… Hemos asumido muchas cosas de parte de usted apenas llegó. No hemos tenido la cortesía de escucharle y conocer lo que piensa al respecto de toda esa situación.
Ella me observaba a los ojos como sedienta de mis palabras, como si pretendiera atrapar en el mismo instante cualquier gesto que surgiera de mi rostro.
—Como sabrá, la cena será servida a las seis… ¿Qué le parece si usted me acompaña a cenar una hora después, a solas?—preguntó sonriente—Así podremos conversar sin que nadie nos interrumpa y así solventar sus interrogantes… ¿Le parece bien la idea, Duque?
—Será todo un placer acompañarle, milady—contesté sujetando levemente el ala de mi sombrero.
—Entonces lo veré a las siete en punto, en el salón. Que tenga una buena tarde, Duque Bastian.
—Igualmente para usted, Lady Caterina—dije al verla alejarse.
Até el moño a mi cuello con la tensión adecuada y metí el excedente dentro del chaleco. Me coloqué mis inseparables gafas tintadas y salí de la habitación con quince minutos de anticipación para así poder solventar cualquier situación, como sería el caso de que me perdiera en el camino debido a la magnitud de la edificación y su multiplicidad de rincones.
Mientras iba no podía dejar de maravillarme por la majestuosidad de aquel lugar. Con cada paso que daba sentía que viajaba hacia atrás en el tiempo, recordando en medio de destellos diversos detalles de mi niñez en la antigua casa. Era sorprendente el esmero que le habían puesto a la tarea de copiar aquel lugar en este otro. Sin errar ni un solo paso llegué hasta la puerta del gran comedor. Allí aguardaba un mozo, el cual luego de hacer una leve reverencia en señal de respeto, abrió las puertas para mí. Di tres pasos adelante dentro de la estancia y la puerta se cerró a mis espaldas. El salón estaba iluminado por la tenue luz de un sinnúmero de velas, que con el contraste del cobrizo tapiz de las paredes le daba un místico tono escarlata al ambiente.
La gran mesa no estaba. En su lugar se encontraba una pequeña y no menos elegante mesa cuadrada con dos sillas, cubierta por un delicado mantel de tejidos blancos y dorados, sobre la que relucían dos nacaradas piezas de vajilla con su respectivo arsenal de argentadas cucharas a los extremos.
Levanté la mirada y ella apareció del fondo de la sala, envuelta en un elegante y delicado vestido violeta de escote triangular y hombros cubiertos, de falda larga y compacta, cubierta por capas que hacían alusión a los pétalos de una flor. La manera como estaba arreglado su cabello y los matices de su rostro en conjunto con su vestido la hacían ver como sacada de un viaje onírico. Se acercó a mí como levitando a corta distancia del suelo y me ofreció su mano, misma que estaba cubierta por un nacarado guante de seda. Me incliné debidamente y besé su mano con delicadeza.
—Buenas noches, Duque Bastian. Gracias por asistir tan puntual a nuestra cena.
—Buenas noches, Lady Caterina. Gracias a usted por invitarme a cenar en su presencia, misma que ilumina y embellece cualquier lugar en el que se encuentre… Hoy esta  bellísima.
Ella rio con timidez al oír mis palabras.
—Hace que me ruborice cuando me dice esas cosas, Duque… Qué manera tiene usted de elogiarme cuando me ve. No debería molestarse en halagarme tanto.
—La verdad no es ninguna molestia, milady. Al caminar por esta casa se siente como si se andará por un palacio y estar en su presencia es como estar ante una reina.
Ella cubrió con timidez su rostro con un terso pañuelo de seda mientras reía.
—No me diga más, Duque. No me haga olvidar el por qué estamos aquí endulzando mis oídos con sus elocuentes palabras. Mejor tomemos asiento para que nos sirvan la cena, así usted pueda plantearme sus interrogantes para que con gusto pueda yo contestarlas.
Fuimos juntos hacia la mesa. Saqué la silla que le correspondía y ella se sentó con delicadeza, acercándose con mí ayuda al borde de la mesa. Luego de ayudarle procedí a acomodarme en mi lugar al otro extremo. Una vez acomodado en mi asiento, ella tomó la campanilla y la sacudió haciéndola sonar.
—Espero le gusten los platillos de esta noche. Han sido preparados por separado a la cena de los demás. También he pedido un vino español, para acompañar la entrada.
—Usted siempre se destaca en todo lo que hace, milady. Seguro va a encantarme—dije, sonriente.
Una pareja de mozas vestidas correctamente de negro con guantes y delantal blanco entraron por la puerta, trayendo en sus manos unas charolas de plata, brillantes y pulidas como un espejo. Con suma gracia y delicadeza pusieron los platos que traían cubiertos frente a nosotros. Quitaron las tapas y un delicado pero intenso aroma se infiltró por mi nariz llegando hasta mi paladar. Como si fuese una misteriosa llave, tal buqué abrió una olvidada puerta en mis recuerdos. A continuación pude verme cuando era niño tomando un delicioso tazón de sopa de verduras junto a mis padres, sus padres y ella.
Lady Caterina me observaba como una gatita curiosa, satisfecha por haber obtenido una reacción que había calculado y esperado conseguir con ansias. Ella tomó su cuchara e instó a que yo hiciera lo mismo.
—Pruébela, Duque. Compruebe que sabe tan bien como huele.
Tomé la cuchara para sopa y viéndome como aquel niño, la sumergí curioso en la espesura del caldo y me la llevé a la boca. El sabor era impresionante, igual al que podía ahora recordar. Tal degustación me hacia viajar al pasado en cada bocado.
—Es impresionante… Es idéntica a la sopa de aquellos tiempos.
—Me alegra que le haya gustado, Duque—dijo con una sonrisa—.Modestia aparte, la he preparado yo misma junto a los demás platillos que degustaremos esta noche.
—Estoy sorprendido de su talento, milady… ¿Cómo ha sido posible que haya obtenido tal sabor?—pregunté maravillado.
—Desde pequeña aprendí a cocinar y a atender todo lo relacionado con una casa. Mi madre pensó en el futuro, quiso que fuera una excelente esposa y por eso me enseñó todo lo necesario mientras aun podíamos vernos.  Para mi fortuna todo lo aprendido me sirvió para que esta casa no se fuera abajo después de la desaparición de mi padre.
Continuamos degustando la sopa en silencio. Con cada sorbo, sentía que caminaba hacia atrás en el tiempo. Cuadro por cuadro, como los de las fotografías en movimiento, recordaba aquellos años olvidados, los emocionantes viajes en dirigible y el azul inamovible del cielo de verano sobre las nubes. Pude verla a ella siendo una niña y como solíamos pasar los días juntos mientras nuestros padres trabajaban en sus exóticos y locos inventos. Tomé hasta la última cucharada de aquel delicioso caldo y entonces volví a la realidad. Ella lo había tomado con menos emoción, faltándole unos cuantos sorbos. Me observaba con esa misma cara de sorpresa con la que la había visto en mis visiones. Se llevó unos sorbos más a la boca y terminó su plato. Como una refinada dama, tomó una servilleta y se limpió los labios con suavidad.
—Veo que le ha gustado mucho la sopa de verduras, Duque.
—Estaba deliciosa, milady. Adicional a eso, se que sonará como una locura, pero sentía que con cada cucharada viajaba al pasado.
—No exagere…—dijo mirándome con escepticismo.
—Para nada es una exageración, milady. Con decirle que pude recordar cuando usted era una niña pequeña. Sé que es algo muy loco, pero no me permitiría mentirle.
—Está bien, Duque Bastian. Le creo… Si le parece conveniente, quisiera saber si desea que comencemos a hablar acerca de sus interrogantes mientras nos traen el plato fuerte.
—Me parece buena idea, Lady Caterina.
Ella sonó la campanilla y dos mozas diferentes a las dos primeras entraron a la sala. Con la misma gracia y rectitud con la que las anteriores habían traído las viandas, se llevaron todo lo que habíamos utilizado. Ella esperó a que hubieran abandonado  la sala y volvió a poner la campañilla en su lugar sobre la mesa.
—Estoy lista, Duque. Pregunte lo que desee. Le pido sea muy específico en sus preguntas.
Guardé silencio por unos instantes. De forma irónica, la molesta cacatúa que es mi conciencia había dejado de abrumarme y no se me venía ahora ninguna gota de ese mar de interrogantes. Ella lucia como un genio, recién salida de una lámpara y yo estaba empezando a verme como un estúpido que no sabía cómo gastar los deseos que le habían concedido luego de haber frotado con severo esmero el candil. 

Continuará...